El triunfo de Caín

ABC 30/08/16
HERMANN TERTSCH

· Muchos políticos han dejado de aburrir para generar un profundo rechazo desganado que podría acercarse al asco

NO quiero pensar en los índices de audiencia que pueda tener este debate de investidura que se celebra ante todo para agudizar la inquina nacional y cargar un poco más de rabia y odio el debate político. Pero quien se asome a la televisión hoy o mañana sin que sus garbanzos dependen muy directamente de ello desvelará ese punto de masoquismo político y estético que, también hay que reconocerlo, no es infrecuente en España. Que la inmensa mayoría de la espalda al previsible espectáculo de torpes diatribas no se deberá solo al profundo hastío que produce este eterno Día de la Marmota. Muchos políticos han dejado de aburrir para generar un profundo rechazo desganado que podría acercarse al asco. Han convertido la actualidad política en un gran pozo séptico, con enorme peligro infeccioso. Cierto que no todo empezó ayer con la llegada de algunos de los peores como es Pedro Sánchez, con formas pendencieras y sectarios cual minero de preguerra. El deterioro viene de largo, en la izquierda como en la derecha, y esa compota amarga de soberbia, indolencia y desprecio que es el discurso político de Mariano Rajoy ha ayudado mucho a hacer rebosar ese pozo negro.

Cierto es que la culpa de que estemos aquí, tan mal, y corramos tanto peligro de estar mucho peor, se debe ahora mismo ante todo al discurso primitivo del guerracivilismo de la izquierda actual que condena a España a una nueva y profunda anomalía en Europa. Cuando la mitad de la población vota a cautivos en pensamiento y obra de dos mensajes, el del odio a España y el del odio a la «derecha franquista» anclados en el rencor fratricida de hace casi un siglo, la sociedad tiene un serio problema. Es el triunfo de Caín. Porque el miedo de Sánchez a dar esa abstención a Rajoy se debe a eso. Que lleva dos años diciendo, con Podemos, que Rajoy es el mal absoluto que hace daño a los españoles porque le gusta que sufran.

Como Franco en los cuentos de terror de las huestes del socialista, cada vez más ignorantes, ideologizadas y sectarias. Al mal absoluto que goza con el sufrimiento de los pobres no se le da ni agua, es decir, ni abstención. Y si otros socialistas menos inmersos en discurso del odio y más calculadores con las cosas de comer quieren impedir de verdad esas terceras elecciones, habrán de pedírselo en el Comité Federal a Sánchez y cargar así con la responsabilidad en el Congreso. Que al fin y al cambio, Sánchez ya ha convencido a su señora de que no hay prisa con los visillos de La Moncloa y lo único que quiere es seguir siendo secretario general para no irse directamente al paro. Lo trágico es que enfrente no hay nada. Nada. Donde debiera haber una oferta poderosa de renovación del centroderecha solo hay un cartel viejo de una cara con barba canosa que insiste por enésima vez que tiene que ser él y él y siempre él quien gobierne, encuentre o no las mayorías que necesita. Porque también don Mariano podía haber evitado este disparate. Simplemente cumpliendo los estatutos del PP convocando un congreso en plazo y dando paso para las elecciones de diciembre pasado a una candidatura renovada con, por ejemplo, un Alberto Núñez Feijóo al frente. Llevaría hoy el PP un año gobernando con Ciudadanos. Para eso ya es tarde. Pero para un gobierno de cuatro años de Rajoy también lo es. Y aunque el PSOE o el PNV al final, a cambio Dios sabe de qué, diera su voto a cambio de apoyo en su casa, Rajoy durará una siesta a la cabeza de un gobierno para nada.