El trofeo que usurpó Podemos

LIBERTAD DIGITAL 16/05/17
CRISTINA LOSADA

· Ser la izquierda, ser la verdadera izquierda, es el trofeo que Podemos usurpó a los socialistas y que muchos militantes socialistas suspiran por recuperar.

Nunca he tenido claro que los problemas del PSOE puedan achacarse sin más a esa crisis de la socialdemocracia que está condenando a la marginalidad a los partidos socialistas en tantos países de Europa. Englobar el declive del PSOE en tal crisis endémica implicaría concederle una densidad ideológica de la que ha carecido, al menos, en el último decenio. Si es que la tuvo alguna vez desde el fundacional Congreso de Suresnes hasta hoy.

Los puntos de inflexión ideológicos que experimentaron en distintos momentos los partidos socialdemócratas en Alemania, Reino Unido o los países nórdicos, y en los que optaron por dejar atrás el izquierdismo y marchar hacia al centro, no se produjeron en el PSOE. Ni siquiera aquel abandono del marxismo, que no fluyó de un debate, sino de un chantaje (la dimisión de Felipe González), fue precedido de una catarsis: tampoco la provocó. El estilo político que caracterizó al PSOE desde entonces es una combinación de radicalidad retórica y un pragmatismo que, en lo fundamental, la desmiente. Las buenas cosechas electorales que iba a conseguir con este cóctel no incentivaron la reflexión. Y así llegamos a lo de Susana, Pedro y Patxi.

¿Proyecto? Somos de izquierdas. Vale. La izquierda útil de Susana versus «aquí está la izquierda» de Pedro. Lo siento, Patxi, pero la historia estuvo entre los otros dos. ¿Y cuál es la diferencia entre esas dos izquierdas, la útil que pone leyes en el BOE, de Susana, y la que está allí donde Pedro esté? No hay más que una gran diferencia: una se abstuvo para que hubiera un gobierno del PP y la otra no se hubiera abstenido para que hubiera un gobierno del PP. Eso es todo. Oídos los tres candidatos, en especial los dos más beligerantes, se confirma que el proyecto socialista en España no se define en positivo, sino en negativo: es lo que se oponga y frene al PP.

Eso, francamente, no es mucho. Fue suficiente en una época, pero esa época pasó. Ahora hay más agentes políticos relevantes que se oponen al PP. Uno desde la izquierda, otro desde el centro. Es duro quedarse sin el monopolio, pero es lo que hay. El problema del PSOE no es que esté dividido: está dividido porque no tiene ni un proyecto ni un posible líder que merezcan el calificativo de renovador. Los candidatos siguen adheridos a la retórica de toda la vida, incapaces de dar el salto hacia un nuevo marco de referencias. No digo que sea fácil. Pero ni lo intentan. Del menguante espacio socialista no sale ninguna idea. Del espacio de la derecha tampoco, pero está en el poder.

Bueno, si no hay ideas, tal vez haya imágenes. Es ahí donde Susana pierde. Es la imagen del aparato. Es la imagen institucional. Es la imagen de lo establecido. También es la imagen de la política clientelar, pero no pienso que eso importe tanto a la militancia, lástima. Por encima de todo, es la imagen de la connivencia con el enemigo:la ungida por los que decidieron facilitar que hubiera un gobierno del PP. Eso es pecado mortal cuando la principal seña de identidad de los socialistas se reduce a ser enemigos irreconciliables del Partido Popular. ¿Cómo extrañarse de que todo el romanticismo se lo haya quedado Pedro, defenestrado de mala manera por empecinarse en el no a Rajoy? Ello al punto de que un dirigente políticamente convencional como él, que firmó un preacuerdo de gobierno de corte socioliberal con C’s, parece hoy la viva imagen de la verdadera izquierda. Ser la izquierda, ser la verdadera izquierda, es el trofeo que Podemos usurpó a los socialistas. Es el trofeo que, a falta de otro proyecto, muchos militantes socialistas suspiran por recuperar.