Pablo Pombo-El Confidencial
- La verdad es que no hay un solo líder territorial socialista que pueda dormir tranquilo, las opciones de renovar los mandatos están seriamente comprometidas en todos sitios
Tiene mérito, mucho mérito, que el PSOE lograse frenar la caída en las encuestas —e, incluso, repuntar ligeramente— durante agosto y la primera quincena de septiembre. Habrá que ver si la cosa cuaja porque la Moncloa ha encadenado tres tropiezos que comprometen la posibilidad de remontar de aquí a mayo, que es cuando el PSOE se lo juega todo. Debe haber preocupación: el tiempo es poco y la distancia con el PP no es precisamente menor.
El primer traspié se produjo hace dos fines de semana, cuando García-Page enmendó públicamente al sanchismo en su totalidad: la coalición, el método de trabajo del Ejecutivo, la forma de comunicar y el modelo de partido.
Más allá del lógico revuelo interno, lo cierto es que las palabras del barón castellanomanchego no pueden ser interpretadas como un movimiento agresivo. Es un pronunciamiento enteramente defensivo. La verdad es que no hay un solo líder territorial socialista que pueda dormir tranquilo, las opciones de renovar los mandatos están seriamente comprometidas en todos sitios.
Más Sánchez en mayo significará menos votos en las comunidades autónomas y ayuntamientos
La evidencia sociológica es rotunda: más Sánchez en mayo significará menos votos en las distintas comunidades autónomas y ayuntamientos. Ese veredicto social está cuajado y no es reversible. Y los diferentes candidatos son agudamente conscientes de que deben recuperar su autonomía política y electoral si quieren sobrevivir. Por lo tanto, puede darse por descontado que la Moncloa tiene ya perdida la dirección electoral del partido. Y, cuanto más nos acerquemos a las urnas, más se verá. La paradoja está en que solo eso puede terminar salvando a Sánchez.
El segundo resbalón sucedió el pasado fin de semana, cuando Carmen Calvo arremetió públicamente contra la ley trans. De lejos, puede parecer una cuestión menor, un tirón más entre los dos sectores del Gobierno. De cerca, revela el malestar acumulado en el feminismo clásico socialista tras el desembarco del movimiento ‘queer’. Una tensión que no ocupará portadas ni moverá grandes cantidades de votos, pero que, desde luego, afecta al alma misma del PSOE.
El tercer tropezón es el más grave en la cuenta atrás de mayo. Desde que Juanma Moreno anunció la eliminación del impuesto del patrimonio, la Moncloa ha perdido un terreno valiosísimo que difícilmente podrá recuperar. La colocación de las políticas fiscales en el primer plano de la atención pública está dañando las expectativas socialistas porque la respuesta del Gobierno ha sido incoherente, improvisada y equivocada.
¿Por qué los de Sánchez no supieron ver todo lo que vendría después del anuncio de Juanma Moreno? Porque no lo ejecutó Feijóo
Al principio, no fueron capaces de evaluar adecuadamente lo que estaba pasando. Vieron el anuncio andaluz como una simple medida que permitía fomentar el rencor social agitado desde hace meses —los ricos contra los pobres—. No supieron identificar lo que vendría: el Partido Popular comenzaba entonces a aplicar un movimiento estratégico destinado a conectar con las capas medias de nuestra sociedad.
¿Por qué subrayo que es un movimiento estratégico? Porque el PP ha empezado a forjar una razón de voto clara en un momento de grandes dificultades para muchas familias. Porque esto va de colocar en la corteza cerebral del electorado una llamada a la acción rotunda: si quieres pagar menos impuestos, vota al Partido Popular.
¿Por qué los de Sánchez no supieron ver todo lo que vendría después del anuncio de Juanma Moreno? Porque no lo ejecutó Feijóo. Porque la maniobra no se aplicó de arriba hacia abajo, que es como funciona el Partido Socialista, sino en modo coral y guionizado, coordinado. Después del andaluz, le tocó a la madrileña y luego a otros barones populares. El aceite se fue extendiendo hasta dejar la subasta fiscal instalada. Después, ya no había marcha atrás.
El resultado de ese viraje no apunta a buen negocio para los socialistas.Feijóo ha sumado fuerte sin desgastarse lo más mínimo
Y Ximo Puig entró. Entró como podría haberlo hecho cualquier otro barón socialista. Todos se están jugando las lentejas. Fue él como podría haber sido otro.
En ese momento, el roto estratégico ya era irreparable, pero amenazaba con ser mayor. Había riesgo de ‘efecto kétchup’ —lo primero cuesta, lo demás cae solo—. Así que la Moncloa decidió contener daños, levantar un dique a los demás líderes territoriales y girar 180 grados y a contrarreloj el rumbo fiscal del Gobierno.
El resultado de ese viraje no apunta a buen negocio para los socialistas, entre otros motivos porque Feijóo ha sumado fuerte sin haberse desgastado lo más mínimo.
Si ampliamos el horizonte, comprenderemos pronto el error que significa para un partido mayoritario olvidarse de las clases medias
Si nos limitamos al análisis partidario, no tardaremos en llegar a la conclusión de que los de Sánchez han llegado tarde. Cuando el Gobierno se movió, los populares ya habían puesto la bandera en el territorio de los impuestos.
Si ampliamos el horizonte, comprenderemos pronto el error que significa para un partido mayoritario olvidarse de las clases medias, directamente desatendidas por las nuevas medidas.
Y, si atendemos al futuro del país, no podremos más que lamentarnos ante el hecho de que una cuestión tan central como la fiscal se convierta también en campo para la improvisación y la polarización. Y más todavía ahora, cuando el sentimiento de la urgencia debería llamar más que nunca a la responsabilidad.
Lo estamos pasando tan mal que el 45% de nosotros está consumiendo hoy menos que hace seis meses
Metroscopia publicó esta misma semana un sondeo que refleja la enorme preocupación de los españoles por la situación económica:
Nada, ni siquiera la guerra con el aumento de riesgo nuclear, nos preocupa más que el aumento generalizado de los precios —81%—.
Se nos está desbocando el pesimismo: creemos que el aumento de los precios se prologará en el tiempo, que será duradero —79%—. Y vemos como probable que haya una nueva crisis económica —85%—.
Lo estamos pasando tan mal que el 45% de nosotros está consumiendo hoy menos que hace seis meses.
Puestos a debatir, cabe preguntarse si no merecemos los españoles que las cuestiones más importantes no se tomen más en serio
Se puede y se debe discutir si la bajada del Gobierno es eficaz y suficiente, si hay otros impuestos que pueden ser tocados, si no sería más útil destinar ayudas directas e inmediatas a los sectores más amenazados. Puestos a debatir, cabe también preguntarse si no merecemos los españoles que las cuestiones más importantes no se tomen un poquito más en serio. Pero hay tres puntos difíciles de rebatir:
Uno. El Estado está recaudando más y casi la mitad de los españoles está gastando menos que hace medio año.
Dos. Las clases medias están fuera de la rebaja fiscal anunciada por el Gobierno.
Y tres. El Gobierno no está optando por el manual socialdemócrata para afrontar crisis sino por el populista.
Calcular que el resentimiento social puede llenarte las urnas de votos mientras las neveras se vacían es una apuesta electoral arriesgada. Y dejar a las clases medias sin respaldo es desprotegerlas, es entregar al adversario un enorme volumen de votos al que no se debe renunciar y, sobre todo, es la manera más rápida de disparar la desigualdad.