JAVIER OTAOLA-EL CORREO
- El primer aniversario del asalto al Capitolio espoleado por el presidente saliente recuerda el papel vital de hombres y mujeres que priman los intereses generales
No será fácil olvidar esa fecha. Nosotros tuvimos el ‘tejerazo’ del 23-F y por nuestra historia sabemos que no podemos tomarnos esas intentonas a la ligera, pero nunca pensamos que Estados Unidos podrían llegar a vivir un episodio de vergüenza e infamia de esa naturaleza: un asalto al Capitolio espoleado por el presidente saliente, una noche de humo y vidrios rotos, antorchas y derramamiento de sangre -cinco muertos-.
Esta semana ‘The New York Times’ ha publicado, urbi et orbi, un editorial suscrito por el Consejo Editorial con el título «Cada día es 6 de enero, ahora». en el que hace un dramático llamamiento al pueblo de EE UU, para que no mire para otro lado. Trump no ha cedido un ápice en su narrativa interesadamente paranoica, y el Partido Republicano ha comenzado una política legislativa en los Estados en los que se siente fuerte para dificultar el voto de las personas, con amenazas más o menos anónimas que prometen asesinar a los políticos que se atrevan a votar en conciencia. Donald Trump no ha rebajado ni un ápice sus desenfrenadas mentiras y sus oceánicos resentimientos. Por eso advierten los editorialistas del ‘Times’: El 6 de enero no está en el pasado; es todos los días.
Gracias en gran parte al trabajo de una Comisión de investigación bipartidista en la Cámara de Representantes se están conociendo hechos graves que implican responsabilidades políticas. El ridículo y a la vez terrorífico espectáculo de aquella horda armada, que provocó cinco muertos, no fue lo más grave de todo. Según la Comisión -bipartidista- hubo una estrategia articulada para intentar revertir los legítimos resultados electorales que daban la mayoría al presidente Biden. Y esa estrategia implicó hasta al Despacho Oval, donde -según ‘The New York Times’- Trump y sus aliados planearon un autogolpe constitucional. (¡¡¡)
El trabajo de esa comisión continúa, ha programado audiencias públicas para este año y planea publicar un informe completo de sus hallazgos antes de las elecciones de mitad de mandato. Ese informe va a tener una trascendencia que no es fácil exagerar y va a ser de lectura obligada porque ahí se va a jugar un momento que determinará el destino del país y en cierto modo del mundo tal y como lo hemos conocido
De no ser así podría seguir el proceso de desfederalización de EE UU mediante leyes estatales que permitan sabotear sus propias elecciones federales y anular la voluntad de sus votantes, escamoteando el recuento de los organismos oficiales y dejándolo en manos de organizaciones privadas.
Estas leyes se están proponiendo y aprobando en Estados como Arizona, (el de mayor emigración vasca), Wisconsin, Georgia y Pensilvania, precisamente los territorios donde en la campaña 2020 Trump intentó desacreditar la limpieza de las elecciones, demandando nuevos recuentos o intimidando a los funcionarios para que encontraran los votos «que faltaban». El ‘trumpazo’ fracasó gracias a la integridad de los funcionarios electorales, que han sido a posteriori represaliados por las administraciones republicanas de esos Estados.
El Partido Republicano no está perdido del todo, en la historia ha dado grandes líderes. Me acuerdo precisamente del senador republicano John McCain, un héroe de guerra y un político con grandeza que tuvo que sufrir las miserables rabietas de un tal Donald Trump pero que vio enseguida que ese ‘personaje’ no tenía la dignidad moral mínima para personificar la grandeza de la presidencia de EE UU.
Merece especial mención también por su coraje personal y político el papel que jugó en ese aciago día Mike Pence, quien como vicepresidente también presidía el Senado y envió una carta a sus colegas senadores anunciado que pensaba cumplir con su deber constitucional certificando la elección de los nuevos presidente y vicepresidenta, aunque todo el mundo sabía que el propio Trump le había presionado para que traicionara sus obligaciones. Otro republicano que estuvo a la altura fue el senador Mitch McConnell, el jefe de los republicanos en el Senado, que durante toda la legislatura apoyó a Trump; pero el 6 de enero de 2021 comprendió la gravedad del momento y pronunció un discurso que puso en evidencia, y destruyó, el autogolpe que estaban perpetrando Trump y los suyos.
Está visto que todos los sistemas legales, los juegos de pesos y contrapesos son fundamentales para garantizar el correcto funcionamiento de los instituciones que están más allá de las personas, pero también es cierto que en la política hay momentos en que todo o casi todo puede pender de un hilo que se sostiene en el coraje personal y en la lucidez de unos pocos hombres y mujeres concretos capaces de primar los intereses generales sobre los espurios objetivos personales o partidistas.
Quizá Estados Unidos, como la ciudad de París, podría tener como lema constitucional el ‘Fluctuat nec mergitur’ (fluctúa pero no se hunde).