El último gesto

FLORENCIO DOMÍNGUEZ, EL CORREO 07/05/2013

· Con la puesta en marcha de la coordinadora pacifista, ETA y su mundo vieron por primera vez cómo perdían el control de la calle y la iniciativa política.

Hace apenas dos años, en abril de 2011, ETA publicaba el número 113 de su boletín ‘Zutabe’. En ese ejemplar se reproducía una frase atribuida a Fabián Laespada, uno de los portavoces de Gesto por la Paz: «Lo que traerá la paz a Euskadi es que ETA deje y se deshaga de las armas, nada más. Y que Batasuna respete las instituciones democráticas y haga declaraciones condenando la violencia de ETA». La banda terrorista tachaba esa afirmación de «frase repugnante». Debía parecerle demasiado simple pensar que la paz llegaría cuando los terroristas abandonaran las armas y quienes les apoyaban dejaran de respaldarles.

Los miembros de Gesto por la Paz han considerado que el grupo terrorista ha terminado de manera definitiva, pese a que ETA se resista a desaparecer, y han tomado la decisión de disolverse. Con esta medida quieren simbolizar el final del terrorismo. Su último gesto.

La mejor valoración de la historia del grupo ahora disuelto es la que aparece en el título del libro ‘Gesto por la Paz. Una historia de coraje cívico y coherencia ética’, obra de Galo Bilbao, Javier Merino e Izaskun Sáez de la Fuente, recién editado por Bakeaz. Coraje cívico y coherencia ética, valores que tienen más mérito por manifestarse en el momento en que nacieron cuando todavía imperaba la inhibición social frente a ETA.

Comenzaron modestamente en los años ochenta saliendo a las plazas y las calles, en silencio, después de cada asesinato de ETA. Tomaban el relevo de un tipo de protesta que habían protagonizado una década antes los miembros del Partido Comunista de Euskadi, pioneros en la denuncia en la calle de los crímenes etarras.

En la calle, precisamente, protagonizaron uno de los principales hitos de su historia a raíz del secuestro del ingeniero Julio Iglesias Zamora, en 1993. Los miembros de Gesto por la Paz, con un apoyo social relevante, fueron capaces de poner en marcha una campaña sostenida en el tiempo de rechazo al secuestro, una campaña que tuvo como símbolo el lazo azul con el que se reclamaba la libertad del cautivo y se mostraba la repulsa a la acción de ETA. Los terroristas y su mundo, por primera vez, vieron cómo perdían el control de la calle y la iniciativa política. «En aquella ocasión, la izquierda abertzale aparecía a la defensiva, temerosa, sin capacidad para responder». Son palabras de ETA referidas a ese periodo y publicadas en el número 72 de ‘Zutabe’.

Un año antes ETA había visto cómo se venía abajo uno de sus grandes mitos, la idea de que no podía ser derrotada policialmente. Y meses más tarde contemplaba cómo los demócratas liderados por Gesto por la Paz convertían la calle en espacio de rechazo del terrorismo. Era más de lo que ETA y su mundo eran capaces de admitir y reaccionaron violentamente. Al siguiente secuestro, el de José María Aldaya, en 1995, prepararon una campaña de respaldo incondicional a ETA bajo el lema ‘Euskal Herria askatu’ en la que se involucraron todos los sectores de la izquierda abertzale, el sindicato LAB, Batasuna, las organizaciones juveniles y demás grupos pantalla. Fue una campaña de acoso a las iniciativas pacifistas, de intimidación y violencia. Todo el entorno político de ETA se retrató al lado de la banda terrorista.

FLORENCIO DOMÍNGUEZ, EL CORREO 07/05/2013