JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC 25/02/13
· En su esfuerzo para disimular el fracaso de su política, Artur Mas echa la culpa al Gobierno español.
Al nacionalismo catalán solo va quedándole el victimismo. Artur Mas acusa al Gobierno Rajoy de intentar desestabilizar su proceso soberanista, y no contento con eso, incluye al conjunto de instituciones españolas –justicia, policía, hacienda, medios de comunicación– en el plan para que dicho proceso descarrile. Para ello apela al sofisma más primitivo: el de «nosotros», él y toda Cataluña, ignorando a los catalanes que piensan diferente, a los que niega los más elementales derechos civiles, y «ellos», aquellos sectores del Estado que desean que Cataluña siga formando parte de España, que son los más, aunque si siguen así, cada vez serán menos.
En cualquier caso, una defensa maniquea, al atribuir al contrario una posición falsa para darse el gustazo de rebatirla, y un ataque vil, al practicar las tácticas que reprocha a «los otros». Ni Mas y los suyos representan a toda Cataluña –como ninguna formación o gobierno representa al entero país donde actúa–, ni es verdad que el resto de España haya ofendido, menospreciado o robado a Cataluña. Bien al contrario: se la ha admirado desde antiguo y si de algo han pecado los gobiernos españoles es de haber sido demasiado condescendientes con ella. Es más, quien ha ofendido su nombre, menospreciado su valía y robado sus caudales han sido los que la han gobernado recientemente: nacionalistas y socialistas, como muestran los abundantes casos de corrupción que se han dado en ella. Sin que, y esto es lo más grave, hayan sido castigados como debiera. ¿En qué ha quedado el tres por ciento, que resultó ser cuatro o cinco, denunciado por Maragall en el propio Parlament? ¿O el escándalo de los túneles del Carmel? ¿O el caso Palau, que lleva diez años sin resolver? Y no me meto en los últimos casos de corrupción, por estar a diario en los periódicos.
Para que Mas nos salga ahora con la mano negra del Estado español tras ellos. ¿No será que intenta esconder sus desnudeces? ¿Va a resultar que los Pujol son agentes del alevoso gobierno central para frenar la deriva soberanista catalana? ¿Son las reticencias de los empresarios catalanes a embarcarse en tal aventura producto de una conjura estatal para abortar una vez más las ansias independentistas del pueblo catalán? ¿Se están manipulando estadísticas y encuestas para mantenerle encadenado? Son muy capaces de sostenerlo, si continúan en caída libre, por su torpeza, falsedades y erróneos cálculos, que incluyen un desafío no ya al Estado español, que no está el pobre para desafíos, sino a la realidad, mucho más dura e inflexible.
Ante este último alarde que no sabemos caracterizar si de cinismo o de desesperación de Artur Mas, uno no puede menos de recordar aquella máxima de Samuel Johnson: “El nacionalismo es el último refugio de los truhanes”. Con perdón de los nacionalistas honestos, que seguro los hay. Pero no en la cima.
JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC 25/02/13