JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC

  • ¿Por qué, Pallete, que parece serio, permite semejantes pirulas?

De acuerdo con el canon del columnismo, uno no debe escribir sobre sus problemas con la burocracia, ni sobre los derivados de una transacción comercial fraudulenta de la que ha sido víctima. La norma sería consecuencia lógica de otra: la que proscribe el ‘yo’.

Yo. ¿Qué pasa? ¡Ah, inconmensurable hipocresía! ¡Ah, desconocimiento absoluto de lo narrativo! Si cualquier historia habla de nosotros (‘de nobis fabula narratur’), con más razón cuando la redacta uno. Quiero decir que les voy a contar el último timo de Movistar, en primera persona, y diga el gremio lo que quiera, que soy res sin marcar. Me llaman un buen día de la compañía:

—Felicidades, le vamos a regalar una tablet o un televisor. Lo que prefiera.

—¿Por qué?

—Por su fidelidad. Lleva ya muchos años con nosotros.

—Eso es verdad. ¿Qué tablet?

—Una Samsung que…

—Déjelo. ¿Qué tele?

—Un Xiaomi muy grande…

—Déjelo.

—¡Pero si es un regalo! Si no le gusta se lo puede dar a un familiar.

—Ahí lleva razón–, pero antes de pronunciar la última sílaba comprendo que no es cierto, que cómo le voy a hacer esa putada a un familiar, con los pocos que me quedan. Además, el transporte de Toledo a Barcelona debe ser más caro que lo empaquetado.

—¡No se hable más, le llevarán el televisor a su casa!

—Gracias –musito, solo por la esmerada educación que recibí de niño.

Llaman a la puerta días después y un joven cubano deja una caja enorme. Tiene prisa porque ha aparcado mal, me pone un papel a la firma y doy por descontado que es un albarán. Ja. Apoyo la desmesurada caja sobre la pared del recibidor y me pregunto qué cojones voy a hacer con eso. No quiero otra tele, y además me entra un ligero picor cuando leo ‘Android TV’ en el costado del paquete. Podría tirarlo directamente. No habría ofendido a la generosa Movistar y algún viandante podría sacarle provecho. De momento archivaré el albarán. Basta un vistazo para descubrir el timo: no es un albarán. Y el transportista ha salido volando.

Después de un tiempo indefinido cuyo valor es superior al precio del televisor, consigo hablar con una empleada humana de Movistar. Su buena disposición diluye mi cabreo. Me asegura que pasarán a recoger ese producto no solicitado, que no me preocupe por nada. El paquete permanece semanas sin abrir apoyado en su pared, afeando el interior y molestando. Me digo que algo se habrá traspapelado y nunca lo recogerán. Llega el recibo de Telefónica: el importe supera en unos quinientos euros el habitual. Entro en la aplicación de los timadores. El incremento se debe a la cancelación anticipada del arrendamiento de un televisor. El concepto «arrendamiento de un televisor» tiene algo que jode. Devuelvo el recibo. Quedo a la espera de las amenazas de los sacacuartos: cortarán las líneas, iré a una lista de morosos. ¿Por qué, Pallete, que parece serio, permite semejantes pirulas?