Ignacio Varela-El Confidencial
- A Sánchez le tocó la lotería en 2019. La escisión de la derecha en tres fragmentos le dio la oportunidad de colarse en el primer puesto en múltiples provincias de la España vacía que siempre han dado consistentes mayorías conservadoras
Tomamos las elecciones de Andalucía como punto de partida porque en ese momento se produjo un giro dramático en el mapa electoral que no solo se mantuvo, sino que se intensificó en las siguientes oleadas. Esas elecciones fueron también las primeras con Alberto Núñez Feijóo como nuevo líder del Partido Popular. Y acumulamos datos porque una muestra de casi 4.000 entrevistas facilita y da solidez al ejercicio de estimar la distribución probable de votos y escaños en cada una de las 52 circunscripciones. Debe tomarse, pues, como una imagen detallada del último tramo del curso político: un ‘así quedaron las cosas’ antes de las vacaciones, a la espera de que el 14 de septiembre ofrezcamos la primera imagen del nuevo curso, tomada desde nuestro Observatorio con la misma metodología que todas las anteriores.
Es evidente —todas las encuestas fiables lo reflejaron— que el cambio de liderazgo en el PP y el 19-J andaluz señalaron un punto de inflexión en la intención de voto declarada por los ciudadanos. Esto no quiere decir que el vuelco en la tendencia se deba íntegramente, ni siquiera principalmente, a esos dos hechos; con toda seguridad su etiología es múltiple, con un gran peso de la crisis energética y la espiral inflacionaria que padecemos, cuando la sociedad se hizo consciente de que el carácter meramente transitorio —que el Gobierno pregonaba— de la escalada de los precios era un cuento chino (uno más) y el futuro inmediato se tiñó con el color parduzco, tirando a negro, del empobrecimiento colectivo (que es el resultado inexorable de la inflación persistente por muchas subvenciones peronistas que le metas).
Añadamos a ello la constatación empírica de que se sobrepasó el punto de no retorno del suicidio climático, que tiende a acelerarse y modificar de arriba abajo nuestras pautas de vida. A partir de ahora, hablaremos mucho del tiempo y no precisamente para entretener las conversaciones. Ignorar los efectos políticos de fondo de estos fenómenos, casi siempre adversos a los gobiernos, es simplemente optar por la ceguera voluntaria.
Lo cierto es que el espejo que venía reflejando establemente una paulatina apertura de la distancia entre la derecha y la izquierda y un empate entre el PSOE y el PP, con una sostenida tendencia alcista de Vox, se alteró drásticamente a partir de mediados de junio. El hueco entre los bloques saltó a los dos dígitos, el PP de Feijóo se instaló confortablemente por encima del 30% y el partido de Pedro Sánchez perforó por primera vez en la legislatura el suelo del 25%, que no ha recuperado hasta el momento. Siete puntos de diferencia como media del periodo —que son más en los últimos trancos— es una ventaja de 1,7 millones de votos entre el primero y el segundo. No definitiva, pero sustantiva.
Es fácil describir numéricamente lo sucedido. El bloque de la derecha se ha expandido hasta rozar el 50%, mientras el de la izquierda está ya claramente por debajo del 40%. No solo ha aumentado el pastel de la derecha, sino que ya solo quedan dos a repartir, puesto que Ciudadanos se ha evaporado como futuro partido parlamentario (en varias provincias, su intención de voto está por debajo de la del Pacma). Y en el nuevo reparto ha salido claramente triunfador el PP, que no solo se ha comido casi entera la porción de Ciudadanos: además, está a punto de doblar a Vox, que se repliega progresivamente a su resultado de 2019.
La cuota del PP dentro del agrandado espacio de la derecha ha pasado del 49% en 2019 al 63% en la actualidad. Además, se abrió unidireccionalmente la frontera entre los bloques y cerca de medio millón de personas que votaron a Sánchez se inclinan ahora por Feijóo.
En la izquierda, los dos partidos que se sientan en el Consejo de Ministros sostienen una melancólica caída conjunta, sin que las pérdidas de uno fortalezcan al otro. Si el PSOE y Unidas Podemos sumaron el 41% del voto y 155 escaños, la estimación acumulada de las seis últimas semanas del curso los deja en el 34% y 118 escaños. Un agujero de 10 puntos (dos millones y medios de votos) y 37 escaños, que de ninguna forma podrían compensar sus socios nacionalistas.
Si quieren seguir gobernando en comandita, Pedro Sánchez y Yolanda Díaz tienen que recuperar terreno a marchas forzadas, en un contexto socioeconómico claramente hostil, antes del 28 de mayo de 2023 (no se ha dado jamás el caso de que una derrota estrepitosa del partido del Gobierno en las elecciones municipales y autonómicas vaya seguida de una victoria en las generales). Y dada la envergadura de los problemas que el país tiene y los que se avecinan, no parece que semejante remontada pueda lograrse a base de ocurrentes ‘paquetes de medidas‘, movidas de peones ministeriales o ‘procesos de escucha‘ diseñados para demorar el momento de pasar de una vez del campo de entrenamiento al de la competición de verdad.
A Sánchez le tocó la lotería en 2019. La escisión de la derecha en tres fragmentos le dio la oportunidad de colarse en el primer puesto —con la consiguiente ganancia de escaños— en múltiples provincias de la España vacía que siempre han dado consistentes mayorías conservadoras y que están tan faltas de pobladores como repletas de escaños. Allí la situación ha cambiado por completo. En 17 provincias, el Partido Popular supera el 40%, con porcentajes que recuerdan tiempos pasados: entre ellas, están las nueve de Castilla y León, tres de las cuatro gallegas (con Pontevedra en el 39,7%, pero Ourense en el 51%), tres de Castilla-La Mancha, Cáceres y La Rioja. Son las provincias decisivas de tres y cuatro escaños, donde los escaños valen doble (2-1 o 1-2) y ser primero o segundo, aunque sea por muy poco, vale un potosí. No parece verosímil que allí se repita el regalo que la derecha hizo a Sánchez en 2019.
Es metafísicamente imposible contemplar la hipótesis de una victoria del PSOE en España si no obtiene un triunfo contundente en Andalucía
Además, está el hecho trascendental del fatal extravío de Andalucía por parte del PSOE. En 2019, el PSOE de Andalucía aventajó al PP en 13 puntos y 10 escaños. Según esta estimación de fin de curso, en la antigua fortaleza socialista, el PP ganaría hoy las elecciones generales con tres puntos de ventaja y seis escaños más sobre el PSOE. Reitero mi criterio de que es metafísicamente imposible contemplar la hipótesis de una victoria del PSOE en España si no obtiene un triunfo contundente en Andalucía.
Así quedaron las cosas al terminar el curso: pescueceras para el país y, por consiguiente, pescueceras también para el Gobierno. La próxima cita con el Observatorio Electoral, el 14 de septiembre.