Monseñor Blázquez dio un paso adelante al decir que ETA debería tener el valor de pedir perdón a sus víctimas. Dos conceptos, el valor y el perdón, ciertamente lejanos del mundo de los terroristas.
Era, ayer, el turno de la Iglesia en el día de Begoña. Pero de los mensajes de los obispos que quisieron dejar su impronta sobre la memoria, tan sólo el de Bilbao, monseñor Blázquez dio un paso adelante al decir que ETA debería tener el valor de pedir perdón a sus víctimas. Dos conceptos, el valor y el perdón, ciertamente lejanos del mundo de los terroristas. Se dirigió en estos términos a un mundo cuya historia está plagada de actos de cobardía en los que se ha matado a ciudadanos inocentes, mientras en otras diócesis se manejaba con destreza la alusión a los «responsables de la paz» y a la necesidad de «atender todos los sufrimientos». Sería, seguramente, para no molestar a quienes siguen teniendo el poder de la presión mientras la sombra de ETA permanezca en la trastienda del diálogo político.
El caso es que Batasuna sabe muy bien que su cotización depende de la permanencia de ETA en el escaparate. Y sus representantes juegan con la amenaza. Que vuelve, que vuelve. Por eso dicen que se sienten «domesticados» después de que el juez Garzón les puso cortapisas y condiciones a las convocatorias de la manifestación que, al final, consiguieron realizar en plenas fiestas donostiarras. Se trata de un concepto muy particular del respeto a las normas. Lo que para un ciudadano demócrata significa no acosar, no amedrentar, no amenazar, no justificar el terrorismo, para los «interlocutores necesarios» de este incierto proceso, tiene otra connotación. Se sienten incómodos y advierten que el proceso va a ir mal, pero que muy mal, si Navarra no se incluye en los debates políticos. Se sienten contrariados porque la mesa de partidos todavía no es una realidad. Les duele la cabeza si no se da por hecho que el polémico foro de discusión política va a empezar a funcionar sin que ellos tengan que renunciar a la justificación de ETA. Pudieron manifestarse, con condiciones, y lo hicieron desde su más reconocida ilegalidad.
Pero ahí estuvieron dejando una estela de reacciones enfrentadas entre quienes entendieron que Batasuna dio su brazo a torcer en las formas como discurrió la manifestación y entre quienes concluyen que sólo con la presión democrática, y la mirada de Garzón por supuesto, Batasuna entra en razones. Lo que parece claro, a estas alturas del recorrido festivo, es que Otegi y Antxon, tan calladitos como Zubimendi, el de la cal, siguen llevando la iniciativa.
¿Y los partidos democráticos? Bien, gracias. A punto, en algunos casos, de conformarse con cualquier cosilla. Si se manifiestan en silencio, si no gritan, si sólo se queman cajeros..Y Batasuna dando un paso adelante. En silencio; sí. Pero como si ya fuera legal. Todo un reto para un Estado de derecho. A muchos interlocutores les estorba cada vez más la ley de partidos. ¿Aguantará el PSOE la próxima presión?
Tonia Etxarri. El Correo, 16/8/2006