EL MUNDO 17/03/14
· La Santa Sede, y en concreto el Papa Francisco, observan con «preocupación» el proceso independentista que tiene lugar en Cataluña.
«Al Papa le preocupa, como a todos, la convivencia serena, pacífica y laboriosa entre unos y otros de cara al futuro», aseguraba el jueves el nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Española, Ricardo Blázquez. Y la semana pasada era el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, quien lo recalcaba tras reunirse en el Vaticano con el responsable de la Santa Sede para las relaciones con los Estados, Dominique Mamberti, y con el brazo derecho del Papa, Pietro Parolin, el secretario de Estado.
«Hay preocupación no sólo en el Vaticano sino en toda la UE. Cualquier movimiento que suponga una disgregación de los Estados miembros constituye una preocupación importante», indicaba Margallo.
La Santa Sede siempre se ha distinguido por su prudencia en las cuestiones diplomáticas y, más concretamente, en las cuestiones independentistas. Y en el caso de Cataluña no hace una excepción. La prueba está en el desmentido con que el nuncio vaticano en España, Renzo Frattini, le paró los pies al abad de Montserrat, Josep Maria Soler, cuando hace unas semanas salió diciendo que «un eventual estado catalán sería reconocido por el Vaticano». «Son opiniones que no reflejan en absoluto la posición de la Santa Sede», sentenciaba el nuncio.
La posición que la Iglesia y sus representantes vayan a adoptar puede resultar importante. Eso explica por qué el Gobierno español está tan inquieto ante el nombramiento por parte del Vaticano del nuevo arzobispo de Barcelona en sustitución del cardenal Sistach, quien en abril cumplirá 77 años, dos más de la edad de jubilación establecida por la Santa Sede. El Ejecutivo de Rajoy quiere que el elegido para sucederle sea un pastor que no se haya significado por su apoyo a las posturas independentista y que no pueda por tanto ser instrumentalizado por ese sector.
Es seguro que Margallo, en su reciente reunión en el Vaticano, volvió a insistir sobre ese punto, como ya lo hizo en otras visitas al Vaticano que han pasado más desapercibidas.
La Santa Sede, por su parte, parece inclinada a esperar aún unos meses antes de decidirse a cambiar a Sistach. Todo apunta a que el Vaticano le mantendrá hasta después de noviembre, mes que el Gobierno catalán ha elegido para celebrar el referéndum sobre la independencia.
Pero mientras el Gobierno español presiona a la Santa Sede para que el sucesor de Sistach no sea independentista, grupos catalanes tratan de convencer al Vaticano en sentido contrario, pidiéndole que el nuevo arzobispo de Barcelona tenga sensibilidad soberanista. El Vaticano por ahora se está moviendo con pies de plomo, como suele ser su costumbre. Como también es su costumbre optar por la neutralidad ante los movimientos independentistas.
Así lo ha hecho por ejemplo en el caso de Quebec y sus intentos por separarse de Canadá. Y la misma línea ha adoptado con Escocia, que ha convocado un referéndum en septiembre. Pero la Santa Sede hace excepciones cuando le interesa. El caso más emblemático es tal vez el de Croacia, de mayoría católica y que en 1991 declaró su secesión de Yugoslavia. El primer país que reconoció a Croacia como estado independiente fue Alemania e, inmediatamente después, la Santa Sede. Pero es difícil pensar que en el caso de Cataluña haría lo mismo.
Los obispos catalanes discrepan en fondo y forma de los comentarios sobre Cataluña puestos por políticos y eclesiásticos en boca del Papa. Uno de ellos, Joan Enric Vives, arzobispo de la Seu d’Urgell, se muestra preocupado por las informaciones sobre Cataluña en la reciente visita ‘ad limina’ de los obispos. Primero, porque «lo que a uno le dice el Papa no se puede contar». Y él lo sabe bien por ser copríncipe de Andorra y, como tal, acostumbrado a los vericuetos diplomáticos.
«No es ningún pecado»
Matiza que el auténtico pensamiento del Vaticano sobre Cataluña lo refirió el secretario de Estado, Pietro Parolin: «No creo que la Santa Sede deba entrar en la cuestión catalana». Y añadía: «Sabemos que también dentro de Cataluña hay posiciones diversas. La Santa Sede debe recordar los grandes principios que son los del bien común y el respeto a cada uno». Desde los principios de la Doctrina Social de la Iglesia no se descarta la independencia de un pueblo, siempre que se obtenga por medios pacíficos. Por eso, discrepan del argumento del cardenal Rouco Varela, que considera la unidad de España como «un bien moral».
En una reciente declaración, los prelados de la Conferencia tarraconense, que agrupa a los obispos catalanes, decían: «Defendemos la legitimidad moral de todas las opciones políticas que se basen en el respeto de la dignidad inalienables de las personas y los pueblos». Como suele señalar el monje de Montserrat e historiador Hilari Raguer, «ser independentista no es ningún pecado».
EL MUNDO 17/03/14