Editorial-El Español

Alberto Núñez Feijóo ha entrado de lleno en la dinámica del año electoral planteando la disyuntiva de o el PP, o el caos. En el acto de presentación de los candidatos municipales a las elecciones del 28-M, celebrado ayer en Madrid, el presidente del PP se comprometió a «deshacer los desmanes del sanchismo» e instó a Pedro Sánchez a «abandonar la política».

De esta forma, Feijóo ha pronunciado su particular Váyase, señor Sánchez, a la manera del célebre «Váyase, señor González» que José María Aznar le espetó en 1994 al entonces presidente del Gobierno.

El líder popular, como era de esperar, tiene la intención de plantear las elecciones de mayo como un plebiscito sobre el «sanchismo». Y el propio alcalde de Madrid, entrevistado hoy por EL ESPAÑOL, concibe las municipales como el preludio del desalojo de Sánchez de La Moncloa. José Luis Martínez Almeida se reafirma en que «el 28-M Madrid decidirá entre un gobierno del PP o una sucursal de Sánchez».

Esta apuesta no está exenta de riesgos, en la medida en que dirigir una campaña electoral para las municipales y autonómicas en clave nacional puede llegar a obviar las especificidades de la política local y regional, que presenta un alto grado de autonomía con respecto a la disputa por el Gobierno central.

En cualquier caso, el PP quiere que el 28-M sea visto como una primera vuelta de la cita con las urnas en diciembre. Y que, si Sánchez obtiene malos resultados, se eche a un lado y no se presente a las generales.

El PP, dando por hecho el batacazo de Sánchez, quiere que su eventual derrota en las autonómicas y municipales fuerce también al presidente del Gobierno a adelantar las elecciones. Así, Feijóo recupera su planteamiento de hace un mes, cuando emplazó a Sánchez a posibilitar un anticipo electoral que liberase a los «votantes del PSOE que sienten secuestrado su voto».

Curiosamente, este enfoque es idéntico al que está lanzando el PSOE, solo que a la inversa. El secretario de Organización del PSOE, en entrevista con este diario, ha asegurado que «Feijóo va a perder en mayo» y que «el PP tendrá otro candidato en las elecciones generales».

El optimismo del PP, en vista de su ventaja sostenida en los sondeos, parece más fundado. Y tampoco se puede descartar que el acelerón del Gobierno del final del año pasado, cuando aprobó en cadena las reformas más impopulares posibles, vaya a depararle un buen susto al partido de Sánchez en las urnas de mayo.

Porque el peaje para mantener su bloque de alianzas ha sido demasiado alto como para que Sánchez vaya a poder amortiguarlo, sencillamente, con una lluvia de ayudas sociales. O bien, mediante el encarnizamiento de la retórica polarizadora.

Teniendo en cuenta esto último, le conviene a Feijóo no abandonar la línea de moderación que le ha venido imprimiendo al PP desde la repesca de perfiles centristas como Íñigo de la Serna o Borja Sémper. Porque apostar por figuras dialogantes antes que por alborotadores le permitirá impugnar el marco frentista en el que el PSOE quiere situarle.

Por eso, no se entiende muy bien que, habiéndose desmarcado Feijóo de la manifestación del sábado, y a la vista de que esta ni siquiera fue multitudinaria, el líder del PP haya recurrido al argumento de que «Sánchez no puede salir a la calle porque la calle le ha abandonado».

Está claro que, tras las elecciones que enfrentarán a Feijóo y Sánchez este año, sólo puede quedar uno. Y más cuando Feijóo se ha comprometido a volver a Galicia si no logra salir victorioso de los comicios.

Pero es importante que, en su presentación como alternativa excluyente a Sánchez, Feijóo no se deje arrastrar por hipérboles (como la que llegó a plantear Ayuso, con su lema Sánchez o España) que puedan ahondar en la fractura de la sociedad española.

Lo más conveniente para Feijóo es convencer a su electorado -real y potencial- de que podrá enmendar lo subsanable del legado legislativo sanchista sin depender de un radicalismo que ahuyenta a la inmensa mayoría de los españoles.

Por ello, una estrategia como la de ofrecer al PSOE un pacto para dejar gobernar a la lista más votada es un movimiento inteligente. Porque aunque su materialización es harto irrealizable, al menos forzará a la coalición de izquierdas a retratarse. Y demostraría así que este PSOE no tiene, desgraciadamente, la vocación de llegar a ningún acuerdo con el PP, sino la de reeditar el consolidado bloque Frankenstein. Y, con él, unos inverosímiles beneficios penales para malversadores, secesionistas y agresores sexuales.