Alberto Ayala-El Correo

Pues ya estamos en la campaña para las elecciones autonómicas de la pandemia y la mascarilla. Unos comicios que, según las encuestas, volverán a tener al PNV como vencedor. Con una importante subida de votos y escaños que, no obstante, dejará a los de Urkullu sin la mayoría absoluta que sí espera reeditar el día 12 el popular Núñez Feijóo en Galicia. ‘¿Cómo se explica que se pronostiquen unos resultados así?’, me interrogaba ayer un periodista de otra comunidad, buen conocedor de nuestra realidad. Me recordaba que el PNV ha visto hace pocos meses cómo eran condenados por corrupción política una decena de dirigentes y cargos implicados en el ‘caso De Miguel’. O que el Gobierno Urkullu ha fracasado en su intento por sacar adelante un nuevo Estatuto y por avanzar hacia la normalización tras el final de la pesadilla etarra.

También que el Ejecutivo de Vitoria se mostró incapaz de convocar unas oposiciones limpias a Osakidetza, razón por la que tuvieron que dimitir un consejero y casi todo su equipo. Que cuando llegó la pandemia el personal sanitario tuvo parecidos problemas de falta de material que sus compañeros de otros lugares de España. Y, por fin, que dos trabajadores siguen enterrados en un vertedero en Zaldibar, entre otras cosas porque nuestro Ejecutivo fue incapaz de parar los pies a tiempo a la adjudicataria.

Aunque todo eso es así, no ha impedido a Sabin Etxea y a Ajuria Enea presumir de eficacia en la gestión. Además, los de Ortuzar han sabido aprovechar la evidente debilidad del gabinete de Pedro Sánchez para obtener ventajas políticoeconómicas para Euskadi y Navarra, en cuyo Gobierno participan los jeltzales dentro de la coalición Geroa Bai.

Parece evidente que una mayoría creciente del electorado vasco, sopesados aciertos y borrones, se decanta cada vez más por la formación peneuvista. Lo mismo que cuando compara su oferta con la de sus rivales. Una izquierda abertzale que sigue sin hacer los deberes éticos sobre ETA y que, cuando ha gobernado, ha defraudado a muchos de sus votantes. Un Elkarrekin Podemos que va de división en división y apuesta por algo que no depende de ellos, como es la formación de un Gobierno de izquierdas. Un PSE acomodaticio y sin apenas perfil. Y un PP que ha purgado a un líder válido y centrado como Alfonso Alonso, para radicalizar su discurso y formar una coalición con Ciudadanos que sólo cabe entender desde la política española.

Tienen dos semanas para oír, comparar, pensar y elegir papeleta.