ABC-IGNACIO CAMACHO
Ese intangible moral es la conciencia de la nación como problema pero también como idea y como espacio de convivencia
«LA gran tarea de nuestro presente es fundar el vínculo ético de la nación». La voz profunda, casi íntima, del filósofo Albiac retumba entre las maderas de la biblioteca de ABC en la noche de los Cavia. En la mirada del Rey, símbolo de ese vínculo social e histórico, del hilo invisible que sutura la médula de España, se aprecia un leve gesto de aprobación ante la frase que el hombre menudo de calva socrática acaba de dejar biselada en el aire de la sala. Hay varios siglos de memoria común, de esplendor y de tragedia, de heroísmo y de drama, de hazañas luminosas y de frustraciones trágicas, perfilados en la barba ya cana del monarca. Y hay tres milenios de reflexión sobre la condición humana condensados en la palabra del pensador que al final de una trayectoria descreída, nihilista, casi ácrata, se proclama inesperado militante de una causa. Una causa que no es política ni ideológica sino moral, ciudadana, la única clase de bandera bajo la que un intelectual puede asumir un compromiso de esperanza.
Porque ese vínculo ético representa la conciencia de la nación, la base de un proyecto de convivencia sometido al progresivo desgaste de su cohesión interna. Ese lazo intangible no puede ser otro que el de la libertad y el de la razón, los únicos conceptos que merecen la pena como fundamento de una sociedad abierta, como protección contra los mitos, los embustes y las quimeras. Los únicos que nos redimen del espejismo platónico de las sombras en la caverna. El viejo debate de la España irredenta no trata del modelo territorial, ni del económico, ni de la pasión cainita por los bandos y las trincheras, ni siquiera de la existencia de un espacio de borrosa soberanía construido bajo la endeble integración europea; trata de España como problema pero también como certeza, como marco de relación y de entendimiento, como convicción, como idea. Eso es lo que está en juego, ésa es la tarea que convoca a la comunidad civil en su defensa, lo que los hombres y las mujeres libres de este tiempo hemos de preservar… si nos dejan. Y si no también porque el ejercicio de la autonomía individual en esta época compleja no se concibe sin el espíritu de resistencia.
Ése es el ser o no ser de los ciudadanos españoles contemporáneos. Resistir con honradez e independencia de criterio el empuje concurrente del dogmatismo totalitario, de los designios excluyentes, de los populismos nostálgicos, de los credos emocionales y de las nuevas teologías que imponen sumisión obligatoria a doctrinas y dioses sucedáneos. Anclarse a su voluntad de ser libres e iguales como principio sagrado. Aferrarse al imperativo racional frente a la prédica adolescente del pensamiento mágico. Rebelarse, como propone Albiac, compañero, maestro, amigo, sabio, contra la coacción terminal del fracaso. Descifrar el misterio de las siluetas de la cueva para sacar a la luz el engaño.