El virtuosismo de la incompetencia

Ignacio Camacho-ABC

  • Han alcanzado tal perfección en la ineficiencia que además de tomar decisiones equivocadas arruinan las correctas

Son de traca. Han alcanzado ese nivel de virtuosismo en la incompetencia que consiste no en tomar decisiones inadecuadas sino en arreglárselas de tal manera que logren arruinar las correctas. Hay tal desbarajuste en este Gobierno ineficiente que cada solución que plantea acaba desembocando en un nuevo problema; cuando no tropieza en sus desavenencias internas se muestra incapaz de sacar adelante sus propias ideas. Si no se precipita llega tarde, si no peca de ineptitud comete negligencia. Su deslumbrante exhibición de torpeza movería a cachondeo si no estuviésemos hablando de una tragedia. De tanto presumir de ser de izquierdas han llegado al punto culminante de no dar una a derechas.

El fracaso tiene muchos grados, y el último es el ridículo. El Gabinete lo alcanzó con el sainete de los test fallidos, lo amplió con las mascarillas inservibles y ha rizado el rizo con la iniciativa de dar un respiro a los niños, un propósito razonable que ha convertido en la enésima enmienda exprés a sí mismo. Por ahora porque todavía la puede rectificar más de aquí al domingo; ya nos ha acostumbrado a las madrugadas en vilo con decretos retocados a deshora para subsanar errores u olvidos. El presidente que tanto presume de seguir el consejo de los expertos debería identificar a la minerva que había alumbrado la estrafalaria ocurrencia de llevar a los chavales a los supermercados, las farmacias y los bancos, los lugares en los que ahora mismo, con el resto del país cerrado, existen más posibilidades de contagio. Tal vez sea el mismo que no vio peligro en las manifestaciones de marzo o en la afluencia masiva a los estadios; o quizá el que consideró innecesario efectuar pruebas de detección en las residencias de ancianos, o el que llevó a cabo las desastrosas gestiones de compra de material sanitario. Pero hasta el portal de transparencia ha sido cerrado para que no se sepa en qué manos estamos.

Este atarugado desconcierto provoca muy malos presagios ante la próxima (?) fase de desconfinamiento. No existe plan alguno, ni siquiera un bosquejo, salvo que se llame plan a vulgares tanteos, experimentos desorientados como trompicones de ciego. Falta un mapa epidemiológico preciso porque los test masivos de seroprevalencia no pasan de ser un proyecto y como no hay suficientes -porque no se han podido adquirir- habrá que conformarse con un muestreo. El riesgo de un rebrote por planificación deficiente es serio, con el agravante de que podría ocurrir en los meses veraniegos. Dan ganas de pedir a gritos un adulto, uno solo al menos, con experiencia y conocimiento para evitar que la «desescalada» derive en un verdadero descalzaperros, en un desparrame de efectos funestos. Pero cómo reclamar un mínimo de criterio a quienes no paran de acumular desatinos y han hecho de la crisis un dramático esperpento. Quién nos va a sacar del caos si el caos son ellos.