IGNACIO CAMACHO-ABC
- El sanchismo fía su salvación al éxito de la dialéctica de bandos. A la nariz tapada de los votantes ‘biográficos’
Más de la mitad de los votantes socialistas rechaza la reforma derogatoria del delito de sedición y siente reparos, cuando no repugnancia, por los pactos con Bildu. Una proporción parecida se declara indignada por las rebajas penales a agresores sexuales propiciadas por la norma de Irene Montero. El movimiento feminista clásico abomina del proyecto de ley de autodeterminación de género. La marcha de la economía es calamitosa para el electorado de izquierdas, como lo fue la gestión de la pandemia. Todo esto dicen con coincidencia unánime las encuestas, salvo las de Tezanos. La confianza en la palabra del presidente está desplomada incluso entre sus simpatizantes por la evidencia de sus continuos incumplimientos y/o engaños. Y sin embargo… gran parte de su apoyo electoral de hace tres años está casi intacto. La alianza gubernamental pierde masa crítica porque Podemos va cuesta abajo.
En uno de sus peores momentos desde que accedió al cargo, tras cinco revolcones territoriales consecutivos y en plena escalada de precios, Pedro Sánchez conserva en el barómetro de GAD3 una estimación de voto del 26,6 por ciento. Ha estado más baja en los últimos meses pero su tromba contra la oposición ha producido un repunte cierto y ahora la diferencia con sus resultados de 2019 es de sólo un punto y medio. El PP amplía su brecha –casi ocho puntos– gracias sobre todo al descalabro de Ciudadanos, que le otorga además una prima de escaños, y a algunos flecos arañados a Vox por el flanco contrario. Pero la sangría que había empezado a sufrir el sanchismo por su derecha se ha ralentizado porque la estrategia de polarización siempre le funciona como estímulo del sufragio identitario. Los vasos comunicantes entre bloques se cierran cuando el PSOE apela a la dialéctica de bandos. Ante la amenaza de perder el poder –o más bien de que lo gane el adversario–, la posición moral de los electores ‘biográficos’ no es apenas distinta de la de sus diputados. Nariz tapada y la papeleta de siempre en la mano.
Tampoco conviene ignorar que el liderazgo de la alternativa ha perdido aliento político. Su discurso centrado en la economía resulta demasiado pragmático y algo cojo de regeneracionismo, un aspecto que será esencial tras los destrozos institucionales que está causando el actual Ejecutivo. La distancia se puede acortar, regla De Hont mediante, si Sánchez y la difusa plataforma de Yolanda Díaz acaban coaligándose para compensar su desgaste tras la previsible derrota de las próximas municipales. Por difícil que tenga la remontada, el Gobierno aún no ha dicho su última palabra. En las últimas semanas ha sabido sacar partido de su superioridad mediática y si algo ha demostrado es un formidable dominio de la propaganda y una absoluta falta de escrúpulos para hacer trampas. El gran, casi único peligro del PP reside en la tentación de acostarse sobre su ventaja.