Ignacio Camacho-ABC
- Una corriente social de moderación y de equilibrio ha reducido al sanchismo a la condición de un proyecto vacío
Las elecciones andaluzas las ha perdido el sanchismo, su proyecto cada vez más débil de polarización ideológica y de enunciados vacíos, y las ha ganado su némesis, que no es sólo el Partido Popular sino una corriente social de moderación política, racionalidad gestora y progreso tranquilo. El voto de la templanza, del sosiego y del equilibrio, reflejo de una aspiración de cordura institucional ante un horizonte nacional crítico para los intereses colectivos. El espectacular resultado de Juanma Moreno ha desbordado sus mejores cálculos y causa destrozo a sus adversarios por ambos flancos. A los socialistas les hace un roto histórico, y a Vox le ha provocado un importante fiasco en su apuesta por Macarena Olona, uno de sus más brillantes activos parlamentarios.
El presidente de la Junta, el más parecido a Feijóo de los dirigentes populares, ha recogido buena parte del caudal desembalsado en el desplome de Ciudadanos y ha sumado además un significativo respaldo de antiguos electores socialistas entre los que no suscita rechazo. Es decir, ha logrado hacer ‘un Ayuso’ por un camino distinto, a partir de un perfil menos combativo. El suyo es el éxito de un modelo ecléctico, convencionalmente conocido como ‘centro’, que representa a una sociedad cansada de agitación civil, de sectarismos y de enfrentamientos.
En sentido contrario, Sánchez ha recibido un duro, indisimulable varapalo en el territorio donde su partido estaba hasta ahora más asentado. Ha perdido hasta en Dos Hermanas, su bastión clásico. Su candidato Juan Espadas ha perforado el suelo simbólico del millón de sufragios y el resto de las fuerzas de izquierda le ha acompañado en el batacazo. Salvo en el ciclo electoral de 2019, donde aprovechó el impulso de la moción de censura, el jefe del Ejecutivo colecciona fracasos: lleva cinco reveses consecutivos en el actual mandato y en 2016 arrastró al PSOE a sus registros más bajos en el período democrático. Sólo está en condiciones de gobernar con los socios nacionalistas, que despiertan en casi toda España un sentimiento antipático. Está en ese momento en que los barones regionales, que se juegan la reelección el próximo año, pueden empezar a cuestionar la idoneidad de su liderazgo.
Tras Galicia, Madrid y Castilla y León, Andalucía consolida la tendencia sociológica hacia una mayoría de la derecha, que no es sino un movimiento natural de autodefensa ante los crecientes indicios de zozobra en el sistema. Vox tendrá que plantearse un serio análisis de su estrategia: el populismo no acaba de cuajar cuando la ciudadanía siente una amenaza verdadera y requiere dirigentes con cuajo y experiencia. Ésa ha sido la clave de estos comicios, y la que puede desencadenar el cambio de ciclo. La crisis de 2008 propició la caída del bipartidismo, pero la de este tiempo indeciso está dejando a la llamada ‘nueva política’ fuera de sitio.