ABC-JON JUARISTI

De unos versos discretamente enigmáticos sobre el navegante

EL Museo Naval de Madrid, que es uno de mis museos favoritos del mundo mundial, inaugurará el próximo 19 de septiembre, festividad de la Gloriosa, una exposición sobre la época de Elcano y Magallanes y la gesta de la nao Victoria, bajo el lema «Fuimos los primeros».

O sea, los primeros en dar la vuelta al mentado mundo mundial. «Los primeros» vale por los españoles en general, aunque no todos los españoles dimos la primera vuelta al mundo, sino sólo Elcano y los sobrevivientes de la expedición de Magallanes. Como es sabido, Elcano pudo ostentar desde entonces en su blasón la leyenda latina Primus circumdedisti me (me circundaste el primero, o me diste la vuelta el primero). Sobre este motivo se escribieron posteriormente unos versos que Baroja atribuía a un tal Concha que los habría hecho imprimir al frente de un Arte de Navegar por él compuesto y del que no encuentro otra noticia. Los versos en cuestión, según don Pío, rezaban así: «Por tierra y por mar profundo,/ con imán y derrotero,/ un vascongado, el primero,/ dio la vuelta a todo el mundo». Se los hacía aprender de memoria al futuro e intrépido capitán Shanti Andía su tía Úrsula de Aguirre, durante la infancia del protagonista de la gran novela barojiana.

Mi antiguo compañero de facultad Pedro de Tena (un combativo cristiano libertario cuando nos conocimos en la Sevilla de hace medio siglo) afirmaba en Libertad Digital, a comienzos del pasado año, que el autor de los versos susodichos fue el botánico manchego Casimiro Gómez Ortega (1741-1818), que los escribió para un relato propio sobre el viaje de Magallanes y Elcano. Pero el caso es que, si no estos mismos versos, otros muy parecidos aparecen como orla de un grabado que representa a la nao Victoria en la portada del Arte de Navegar de Lázaro de Flores, publicado en Madrid el año 1673, casi setenta años antes de que Gómez Ortega viniera al mundo mundial que fuimos los primeros en circundar subidos en los hombros de Elcano. La redondilla de 1673 es como sigue: «Con instrumento rotundo,/ con imán y derrotero,/ un vascongado, primero,/ dio la vuelta a todo el mundo». ¿Fue su autor el mismo del Arte de Navegar (es decir, el cubano Lázaro Flores) o el misterioso Concha al que Baroja aludía? En mi opinión, la estrofa citada por este último y por Pedro de Tena debe de ser posterior a la del libro de Lázaro Flores. Simplifica sus términos para restarle ambigüedad. Me explico: «Con instrumento rotundo» inicia una breve enumeración de instrumentos de navegación (imán, derrotero). Sabemos que el imán es la brújula. El derrotero (descripción de costas o de rutas oceánicas ya conocidas) fue seguramente de menor utilidad a los expedicionarios que la aguja magnética. Pero ¿qué era el «instrumento rotundo»? «Rotundo», cultismo por «redondo», podría referirse a un astrolabio o a una esfera armilar (Tratado de la Esfera venía a ser, en el siglo XVI, un sinónimo de Arte de Navegar). En cualquier caso, es todo un hallazgo poético, porque funciona como un símil del mundo mundial esférico que Elcano y nosotros juntos circundamos los primeros. Pero nada de esto debió de entender el autor de aquel «Por tierra y por mar profundo», verso torpe donde los haya.

Cuentan que Juan Sebastián anunció a su madre que se marchaba con Magallanes (como aquel otro anunció a su familia que se iba a la Guerra de los Treinta Años), diciéndole: «Amá, voy a dar la vuelta al mundo». Y la madre, vasca ella, le dijo indignadísima: «Anda, Sebas, no enredes, déjalo como está». Elcano era de Guetaria, lo que convierte la anécdota, apócrifa o no, en un típico chiste de guipuzcoanos. Si hubiera sido de Bilbao, el chiste habría sido muy distinto, como es obvio.