Elecciones por capricho

ABC 20/03/15
IGNACIO CAMACHO

· La anorexia de los programas revela el carácter accesorio de unas elecciones convocadas como un mero test político

MUY pocos ciudadanos votan en España según unos programas de gobierno que la mayoría no lee siquiera y sobre cuyo incumplimiento habitual existe una especie de escéptico consenso. Se vota por afinidad o simpatía ideológica, por sentido de pertenencia tribal (el voto biográfico), por desencanto, por cabreo, por conveniencia. Pese a ello los partidos suelen incluir en su oferta alguna propuesta o promesa-emblema que identifique el discurso de campaña y lo ancle en la memoria del electorado. En estas elecciones andaluzas, sin embargo, los concurrentes apenas si se han molestado en la elaboración de alguna singularidad programática solvente, sabedores de que se trata sobre todo de una toma de temperatura al estado de ánimo social, de un test genérico sobre la evolución del clima político y sobre el alcance del terremoto antibipartidista que parece haberse fraguado en la opinión pública. Conscientes de que para medir sensaciones emotivas no es menester emplearse con demasiado ahínco en los argumentos.

Esta anorexia de los programas, redactados con manifiesta pereza en un lenguaje inconcreto y abstruso, revela el carácter accesorio de una convocatoria efectuada por Susana Díaz para solventar consigo misma ciertos problemas de su calendario estratégico. Las propuestas más definidas, dentro de una general vaguedad sobre su coste y su realización efectiva, las ha formulado Podemos y más vale que no tenga ocasión de cumplirlas. El resto de los partidos han entendido que lo que se ventila es una simple e indisimulada cuestión de poder, o más bien de parcelas de poder habida cuenta de que existen pocas dudas de que el poder propiamente dicho, su titularidad y usufructo, va a permanecer en las mismas manos. El domingo se decide sólo la correlación de fuerzas en un escenario sobre el que han irrumpido nuevos actores cuyo papel exacto se desconoce. Esa es la principal incógnita por despejar, y aún habrá que interpretarla con fineza de matices porque el electorado andaluz reúne características específicas que no permiten una extrapolación lineal al resto de la geografía política española: su conservadora tendencia inercial, su fuerte dependencia del sector público, el peso de la estructura clientelar y una cierta resignación o pasividad moral ante la corrupción que la invalida parcialmente como factor de decisión del voto.

Basta ver cómo la campaña ha girado sobre conceptos esencialmente emocionales para entender la insustancialidad de los motivos de este adelanto. Ni el PSOE tiene nada nuevo que ofrecer salvo su propia continuidad ni el PP confía en sus posibilidades de relevo. Sólo las fuerzas minoritarias entrevén una oportunidad de protagonismo que apenas se han preocupado de revestir con promesas definidas. El conjunto dibuja un panorama de relativa rutina que confirma la presunción de que estas elecciones obedecen a un mero capricho político.