IGNACIO MARCO-GARDOQUI-El CORREO

Tras once años de extrema laxitud, la política monetaria europea inicia un camino de retorno hacia la ortodoxia empujada por una inflación que no cesa ni, al parecer, va a cesar ni en este ni en el próximo año. El movimiento era obligado, pero es muy inoportuno. Se inicia justo cuando Europa se revuelca en la crisis y encaramos un drama energético de incierto desarrollo y de dudoso final. El aprovisionamiento del gas cuelga del capricho del sátrapa ruso, que lo mismo amaga con el cierre del gasoducto que abre el grifo a medio gas (sic). Con el añadido desagradable de un nuevo episodio del eterno sainete político italiano y al que suma el granito de arena del sorprendente desplante realizado a la Comisión por el Gobierno español, al negarse a aceptar el esfuerzo de contención exigido en el consumo.

El BCE inicia el camino de retorno sin tener asegurado el éxito, dado el componente de costes que empuja a la inflación. Inicia el camino al alza, pero dista mucho de haber alcanzado la cima. Está lejos de ella y aún le quedan numerosas rampas por subir y muchas curvas por trazar. El objetivo es ambicioso -retornar al ansiado y obligado 2%-. Pero el plazo es dilatado, ya que se conforma con alcanzarlo en 2024, lo que implica una visión negativa del devenir de los precios en el inmediato futuro.

El encarecimiento del dinero supondrá un nuevo freno a la actividad, lo que incrementa el riesgo de recesión europea que se atisba para la vuelta del verano, cuando la orquesta del Titanic (el turismo y su consumo) deje de amenizar nuestra temporada festiva. Junto con el ajuste de los tipos, el BCE ha prometido un mecanismo de defensa para los países más endeudados. Como sabe, el organismo regulador deja de sostener las emisiones, lo que disparará las primas de riesgo, al menos si los inversores mantienen su confianza en la economía alemana, tras la tormenta energética que padecen.

En cualquier caso, no parece el mejor momento para lanzar un órdago a Europa, como ha hecho la vicepresidente tercera. Y menos justificándolo en que «no hemos vivido por encima de nuestras posibilidades energéticas». ¿Se imaginan que le copien el argumento y lo extrapolen a las posibilidades presupuestarias, esas que hemos estirado como un chicle inacabable? Si nos aceptan el órdago…, lo vamos a pagar y ¡a base de bien!