En casa del Tres per Cent

EL MUNDO 21/07/17
SANTIAGO GONZÁLEZ

Tanta ensoñación de tanques por la Diagonal y cuando tienen un apunte no dicen ni mú. Docena y media de guardias civiles se plantaron ayer en el Parlamento de Cataluña y el Palacio de la Generalidad. «Se han personado», decía delicadamente La Vanguardia. «Visitaron», podrían haber dicho.

La ocasión permitiría una gran paráfrasis lorquiana, si no fuera porque a los visitados les tocaba el papel de los gitanos: «El Palau libre de miedo/ multiplicaba sus puertas,/ dieciocho guardias civiles/ entran a saco por ellas./ Los relojes se pararon/ y hasta el coñá en las botellas/ se disfrazó de noviembre/ para no infundir sospechas». Quizá fuera más propio dejarse llevar por la analogía tonta: guardias civiles en el Parlament, ¡un tejerazo! Si no fuera por la inversión de los papeles: en la Cámara catalana los golpistas estaban dentro.

No ha habido protestas, ya digo. La Generalidad vistió de Timbaler del Bruc al pobre Turull y difundió la versión de que había impedido la entrada de los guardias, lo que no era cierto, por más que las televisiones amigas lo difundieran con convicción. En todo caso hay que censurar la falta de estilo de los guardias. En lugar de ir con tricornio llegaron en plan casual, en camiseta y embozados con pañuelos. Seguramente no se alarmó nadie porque parecían parlamentarios de la CUP.

Hace ya más de 42 años que Jordi Pujol, en compañía de otros, como se diría en prosa judicial, fundó Convergència en el monasterio de Montserrat. Había tradición. En diciembre de 1970 se habían concentrado allí 300 intelectuales y artistas para protestar contra el Proceso de Burgos. Hacía casi el doble, 81, que «en el 18 de julio/ en el patio de un convento/ el Partido Comunista/ funda el Quinto Regimiento». La idea de acogerse a sagrado ha gozado siempre de mucho arraigo, hay una cierta metáfora de útero materno en lo de Montserrat.

Debo confesar que en el primer contacto con la noticia me dije: «¡Anda, el 155 ya está aquí!», pero no había tal. La épica, como la barca del amor de Maiakovski, siempre se estrella contra la vida cotidiana. No era la sedición, sino la mangancia, aquel secreto a voces que Maragall le cantó a Mas en el Parlamento: «Vostés tenen un problema i aquest problema es diu tres per cent», y ahora tiene imputado a su mano derecha, Germà Gordó.

Ese artículo cuya aplicación no les cabe en la cabeza a Margarita Robles ni a Aitor Esteban no prevé la sustitución de los Mossos por guardiaciviles. Uno entiende que si los guardias llegan a presentarse ayer con uniforme, el aguerrido Turull se habría escurrido por las alcantarillas, como Dencàs y la tropa de Companys el 6 de octubre del 34. El 155 no da para tanto, sino para poner a los Mossos bajo las órdenes del delegado de Gobierno, pero cuando el golpista Puigdemont ha puesto al frente de la policía a alguien que va a hacerle cumplir órdenes ilegales ha llegado la hora. Rajoy no debería preocuparse por tener que explicárselo a Pere Sàntxes (© Dolça Catalunya). No lo va a entender, pero llegado el caso, ya se lo explicarán los electores.