Florencio Domínguez, EL CORREO, 28/6/11
La izquierda abertzale ha interiorizado la legalización de Bildu como el resultado exitoso de un pulso político sostenido con el Estado en el que éste ha salido derrotado. Desde su óptica, la vuelta a las instituciones es fruto de una lucha de poder en la que ellos han salido ganando.
No se plantean que la vuelta a la legalidad haya sido resultado de su adecuación a las exigencias legales, de su acatamiento de las condiciones que establecían la Ley de Partidos y las sentencias dictadas en aplicación de esa norma. Batasuna y ETA no interpretan lo ocurrido como resultado de una renuncia a su estrategia político-militar, sino como el fruto de una acumulación de fuerzas con la que ha vencido a un Estado para que resultara insostenible el mantenimiento de la ilegalización. Provocaron divisiones internas entre los partidos e instituciones que representan el poder del Estado y gracias a la brecha abierta, consiguieron su victoria.
El primer efecto de la vuelta a la legalidad era el más previsible de todos: se ha acabado presionar a ETA para que avance hacia el abandono de las armas. Batasuna necesitaba que la banda detuviera su actividad para tener la oportunidad de volver a la legalidad y por eso mantuvieron una disputa durante casi año y medio. Una vez conseguido el objetivo de regresar a las instituciones, se acabó cualquier presión hacía ETA. En su lugar han puesto en marcha actuaciones de apoyo político y simbólico hacia los etarras presos promovidas desde las instituciones bajo el control de Bildu.
Hasta ahora había existido un conflicto de intereses entre ETA y Batasuna, aunque seguían manteniendo coincidencias fundamentales sobre los objetivos finales y una parte del camino que había que recorrer para conseguirlos. A partir de este momento, lo que hay es un objetivo compartido entre los dos para tratar de conseguir un nuevo proceso de negociación como el del año 2006, a ser posible antes de que Zapatero salga del gobierno y llegue el PP a la Moncloa.
Las claves de interpretación de ETA y su mundo son siempre en términos de poder, de derrota o victoria, de avances por retrocesos. Así ha interpretado la mayoría de los presos de la banda la legalización de Bildu y los resultados electorales. Así interpretarían un posible cambio de política penitenciaria si se efectuara eliminando los requisitos de desmarque individual expreso de la violencia y el reconocimiento del daño causado. Cualquier experimento que no pasara por aplicar las mismas exigencias que han tenido que cumplir los reclusos disidentes que ahora se agrupan en Nanclares sería interpretado como otra victoria de la estrategia de ETA.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 28/6/11