Ignacio Camacho-ABC

  • La izquierda va a convertir la investigación a Don Juan Carlos en un veredicto. Pero el objetivo verdadero es su hijo

Los aliados del presidente Sánchez están muy contentos de que la Fiscalía del Supremo -por encargo como mínimo sorprendente de la fiscal general Dolores Delgado, que se anticipa a la decisión soberana del instructor del caso- vaya a investigar las presuntas comisiones cobradas en Arabia por el Rey Juan Carlos. Los partidarios de la monarquía parlamentaria también deberían de estarlo porque esa indagación es una muestra teórica de la independencia de los poderes del Estado. La diferencia está en que a la podemia -© Arcadi Espada- y al separatismo les importa un comino el funcionamiento de las instituciones y pretenden instrumentar la causa a favor de sus aspiraciones republicanas. Hace tiempo que intentan utilizar la conducta dudosa del «Emérito» como

punta de lanza contra la Corona que simboliza la unidad de España y el régimen de libertades democráticas, aunque precisamente sea ese sistema el que permite que la Justicia actúe sin excepciones ni trabas y pueda, si procediere, juzgar a la persona que inspiró la propia Carta Magna.

Como la izquierda siempre juega con ventaja va a abordar este asunto con un comodín en la manga. Se trata de convertir el trámite procesal en un veredicto al margen de vericuetos jurídicos. Si el procedimiento va adelante lo utilizará como ariete no contra el investigado sino contra su hijo, el verdadero objetivo. Si se archiva montará un escándalo acusando al tribunal de enjuague político. Pase lo que pase, la estrategia de desgaste obtendrá beneficios del acoso aunque no logre el derribo. Bingo.

La circunstancia es delicada porque sobre el edificio del 78 está cayendo una tormenta que primero le provocó goteras y obligó a una reforma urgente -la abdicación- para tapar grietas, luego cimbreó sus muros y ahora compromete la techumbre y la azotea. El problema es que el presidente de la comunidad hace como si no se diera cuenta; embebido en su conflicto contra los vecinos de la escalera derecha se apoya en unos inquilinos antisistema que saben que si se desploma la cubierta cae la casa entera. Las grandes catástrofes domésticas suelen empezar por un deterioro de la convivencia.

La gravedad del momento viene determinada por la evidencia de que los socios del Gobierno no respetan las reglas de juego. Tienen la Corona en el entrecejo y los manejos financieros de Don Juan Carlos les proporcionan el pretexto para zarandear la estabilidad de su heredero. Una ofensiva emocional, de impacto directo, favorecida por la hecatombe socioeconómica y el estado general de descontento. Y alrededor de Felipe VI sólo hay dos cortafuegos: el de su propio estándar ético y el de la autonomía implacable del Estado de Derecho.

Quizá lo más triste sea la forma en que el anterior Monarca ha destruido su formidable legado. Pero ya tiene una edad para responder de sus actos. No ante la Historia sino ante sus contemporáneos.