HERMANN TERTSCH-ABC

Una sórdida jornada de triunfo de los enemigos de España

TODA la vida llevamos con lecturas sobre ingratitudes, maldades y miserias en la vida política española, desde el regreso de Hernán Cortés hasta nuestros días. Pero solo una jornada como la de ayer permite percibir la intensa pestilencia de la mezquindad que se apodera de los políticos españoles cuando entran en reyerta por sus ambiciones. Y olvidan todo. Los modales, la dignidad, su deber y su conciencia si la tienen. Olvidan a España. Desprecian a los españoles. Ayer se vivió en el Congreso un alarde de bajeza moral, de cobardía, de cinismo y de mentira. Todo ello bajo la acuciante amenaza, si no lo impide hoy una dimisión y un improbable acuerdo a varias bandas, de un gobierno de todos los enemigos de España, cuya razón de ser es la destrucción de este Estado y esta Nación. ¿Cómo hemos llegado a una atrocidad suicida tan grotesca?

Hemos llegado por un camino empedrado con la más absoluta falta de principios y escrúpulos en la pugna política. Por la aplaudida traición a todos los valores de defensa de la patria y el orden constitucional y un desprecio a todas las promesas hechas a esta sociedad mansa y manipulada. Por un cínico relativismo que ha dejado las leyes subordinadas a la conveniencia. Y por una cobardía que espanta. Muchos en España ven la cobardía como prudencia siempre pertinente. No saben lo cara que sale. Ahora vamos a pagar todos una buena factura.

Un presidente autosatisfecho en la moribundia, desplegó su inútil superioridad retórica parlamentaria, juegos florales del agonizante, para humillar a Sánchez. Este no sufre cuando huele poder como nunca pensó volver a hacerlo. El candidato y presidente in pectore, Pedro Sánchez, expuso abiertamente su detestable bajeza personal, por supuesto su habitual inconsistencia, su primitiva capacidad expositiva y una obsesión malsana y violenta contra el tercero en discordia, Albert Rivera. El líder de Ciudadanos intentó conseguir de Rajoy esa dimisión que pudiera evitar la pesadilla. Pero Rajoy tiene una agenda estrictamente personal. Demostró que adolece de todas las fallas de carácter que le han impedido ser un líder real. Ni gallardía, ni generosidad, ni lucidez ni sentido de la realidad, ni humildad ni un mínimo de lealtad a los españoles. Así los ha traído hasta estos momentos tenebrosos de la historia de España. No importa ya que tuviera razón en que la causa general contra el PP es un delirio de la sinrazón plasmada en una sentencia y organizada y orquestada en los medios de comunicación. Ni que el PSOE tenga tanta corrupción o más que el PP en sus filas. Rajoy era un lastre desde hace tiempo. Ahora es una carga letal. Entre sus peores hazañas está la destrucción del partido. Nadie le dice la verdad y a él no le interesa. Allí estaban los escombros de un partido que tuvo mandato y poder para la modernización y regeneración total para una España fuerte, unida y capaz para el siglo XXI. No queda nada.

Ayer se consumó lo que Jaime Mayor Oreja lleva advirtiendo desde hace tres lustros, un proyecto que comenzó con el siniestro Zapatero, el tripartito catalán y ETA, que no pudo concluir Zp por la crisis económica y que ahora lleva al poder a todos los separatistas, todos los comunistas, todos los antisistemas, encabezados por un pelele. Quieren destruir la nación. Sánchez no se lo va a impedir. Rajoy podía haberlo hecho. Primero con política. Fue incapaz. Ahora con su dimisión. Se ha negado. Hoy será tarde. Se podía haber encontrado una mayoría alternativa para convocar elecciones. Unas elecciones que salvaran a España de un túnel del que no sabemos cuándo ni cómo saldremos.