- No ha sido una buena semana muy buena los de la estelada: éxito del Juan Sebastián Elcano y de la selección de fútbol.
Incapaces de llevar su delirio hasta las últimas consecuencias, los separatistas se han dado cuenta de que los días pasan, España sigue ahí como el dinosaurio y, a excepción de los muy cafeteros, quién más quién menos está empezando a buscarse la vida. Había que preguntarse qué querían ser de mayores y la respuesta no era difícil: seguir siendo los perpetuos extorsionadores de ese estado del que dicen pestes. Tras la pandemia, la crisis de carburantes, la guerra de Ucrania y las apreturas económicas que estamos pasando, la gente ya no está por chorradas. Y resulta que viene el Juan Sebastián Elcano y el personal va, y lo llena, y se acaban las entradas; y viene la selección después de años y años de no pisar tierra catalana y el estadio de Cornellá se lleva hasta la bandera, y la gente corea el himno y las gradas son un mar de rojigualdas. Esquerra ha sabido leer muy bien lo que está pasando en mi tierra. Junqueras, sabedor de que su paso por la cárcel lo sitúa en un plano superior a Puigdemont, que siempre será un cobarde, ha jugado la carta de la estabilidad. Sin romper con Junts, porque eso supondría elecciones, ha pactado con Sánchez y usado a Rufián como volumen de sonido según tocase: ora tildando a Junts de aprendices de James Bond, ora criticando a Sánchez por el Sáhara. Es útil tener a alguien tan bien mandado.
Tras la pandemia, la crisis de carburantes, la guerra de Ucrania y las apreturas económicas que estamos pasando, la gente ya no está por chorradas
Junts, por su parte, empezó por su parte a tascar el freno al pactar con el PSC la Diputación de Barcelona. Pero veían con miedo gallináceo al zorro de Junqueras y sus cabildeos con Sánchez e Illa. Fruto de no querer quedarse rezagados nació el acuerdo con Esquerra, Comuns y PSC para blindar al catalán. Bien es cierto que desde Waterloo se les llamó rápidamente al orden y los de Junts, rezongando, se borraron del mismo, pero la división entre «interior» y «exterior» era patente. El fugado quiere poder volver a pisar el territorio nacional con total impunidad, condición sine qua non para apostar por el pacto con Sánchez, que incluiría una consulta que ya hemos explicado en estas mismas páginas.
Pero desde aquí las cosas se ven de otra manera y los correligionarios del señor del flequillo no quieren esperar tanto. Lo expresaba un tanto a la brava en una entrevista la consejera de justicia de la generalidad, Lourdes Ciuró, al no descartar un gobierno de coalición con los socialistas. En un ejercicio de franqueza inaudita reconocía que el PSC era la primera fuerza política en Cataluña, que el separatismo no era mayoritario entre la población y que si ERC pactaba no iban ellos a excluirse. Y añadía, ojito con esto, que en Junts era menester repensar las cosas aunque todo el mundo tuviese su encaje, para rematar el dardo envenenado asegurando que su partido a día de hoy no estaba listo para dar respuesta a la realidad. Eso sí, al final declaró que le parecería muy bien que Puigdemont continuase al frente del partido si quisiera. Desconocemos que habrán pensado en la casita de muñecas de la república de Waterloo. Es posible que Toni Comín o quien sea del servicio haya colgado un cartelito en la puerta que diga «Se cogen puntos de media».