EL MUNDO 26/09/15
· Los independentistas buscan en las urnas el mandato para crear un Estado catalán Los no secesionistas confían en que se manifieste la mayoría silenciosa que no vota en las autonómicas.
Cinco millones y medio de catalanes están llamados hoy a las urnas en las elecciones autonómicas más trascendentales desde la recuperación del autogobierno en 1979. Cataluña decide si revalida la hoja de ruta del independentismo, otorgando una mayoría absoluta a las formaciones que llevan en su programa la separación de España, o si, por el contrario, echa el freno al proceso soberanista impulsado por Artur Mas, ERC y organizaciones civiles catalanas.
El 27-S se celebra en un dramático ambiente de encrucijada histórica. El mandato de las urnas afectará no sólo al futuro de Cataluña, sino también al devenir de España. Sea cual sea el resultado, la política española de los próximos meses estará fuertemente condicionada por la decisión de los catalanes. Una mayoría del independentismo pondría en marcha el proceso constituyente de un Estado catalán –una rebelión en toda regla– y obligaría al Gobierno a combatirlo con todos los instrumentos legales de los que dispone. Se abriría así la mayor crisis del Estado desde la Transición.
Las elecciones plebiscitarias –adjetivo que el presidente de la Generalitat puso a la convocatoria de hoy– no están dentro de la ley. Pero hace tiempo que el imperio de la ley ha sido desbordado en Cataluña por la realidad política. Y así, las candidaturas no independentistas han acabado asumiendo el relato plebiscitario impuesto por Artur Mas.
Todo lo que ha ocurrido en vísperas de esta cita con las urnas ha contribuido a convertir el 27-S en un acontecimiento excepcional e incierto. Desde los pronunciamientos de líderes internacionales sobre la unidad de España hasta un comunicado de la banca sin precedentes. Desde el intenso –e insólito– debate sobre las consecuencias de una hipotética independencia para la vida de los catalanes hasta la controversia sobre quién y por qué es español en la recta final de la campaña.
Excepcional es que el partido que gobierna concurra diluido en una lista conjunta con ERC y líderes sociales independentistas. Las elecciones son también un plebiscito sobre la figura de Artur Mas, escondido en el número cuatro de Junts pel Sí. De esta forma, el astuto presidente catalán, a quien se dio por muerto políticamente la noche electoral de 2012 tras perder 12 escaños, no ha tenido que dar cuenta de su gestión ni plantear más programa político que la independencia. Las posibilidades de volver a ser investido presidente pasan necesariamente porque los catalanes den la mayoría absoluta a Junts pel Sí, puesto que la CUP ya ha anunciado que no le votarán. El escenario de que los antisistema acaben siendo los árbitros de la formación de gobierno en Cataluña a partir de mañana –imponiendo un candidato alternativo a Mas– desata todas las incertidumbres.
La lista por la independencia llega a estas elecciones en perfecto estado de movilización, gracias al relato épico de una futura Cataluña independiente próspera, gloriosa y feliz. Sus candidatos no han dejado fibra sensible sin tocar, en una campaña de alto voltaje emocional que ha apelado no a la razón, sino al alma de los votantes. «El voto de tu vida» ha sido su lema. No obstante, un resultado por debajo de los actuales 74 escaños proindependencia del Parlamentdisuelto restaría legitimidad al proceso y complicaría la hoja de ruta del soberanismo.
AL BORDE DEL ABISMO
Frente a la exhibición de fuerza del independentismo, los partidos contrarios a la secesión han tenido poco margen para construir un relato alternativo al paraíso prometido de la estelada. El Gobierno de la Nación ha exhibido un protagonismo que no se corresponde con la fuerza real del PP, claramente a la baja en Cataluña. Rajoy ha dado un giro radical en dos semanas a su estrategia. Después de más de tres años restando importancia al reto soberanista, el Gobierno central ha desplegado todas las armas del Estado para la batalla. La ofensiva ha incluido pronunciamientos de Obama, Merkel, Cameron, Sarkozy, el gobernador del Banco de España y la Comisión Europea. A pesar de que Rajoy asegura que la independencia de Cataluña es imposible, el PP no ha salido a la arena para advertir a los catalanes con todo detalle qué les pasará si votan independencia.
Tanto el PP como el resto de las candidaturas no soberanistas –PSC, Catalunya Sí que es Pot y Ciutadans– se han desplegado por el territorio catalán intentando despertar a la llamada «mayoría silenciosa» para que acuda a votar como la única forma de frenar el independentismo. Desde 1980, la participación en las autonómicas catalanas ha sido inferior a la de las generales, oscilando desde el 54% de 1992 hasta el 68% de 2012.
El 27-S se ha convertido así en un test para saber si esos catalanes que se abstienen en las autonómicas y votan en las generales son sensibles o no los mensajes de la encrucijada histórica al borde del abismo. Rajoy –con la amenaza de los males que traería la independencia–, Rivera –con un discurso moderado y regeneracionista– y Sánchez –con su proyecto federal animado por los bailes de Iceta– han apelado a los abstencionistas de las áreas metropolitanas, en la creencia de que si la participación se sitúa por encima del 73-74% los independentistas no lograrán el mandato que buscan para su rebelión contra el Estado.