Ignacio Camacho-ABC

  • Ya está el primer grupo de presos etarras en el País Vasco. Vía libre para el proceso de progresión de grado

Ahora van a ser los miércoles, como antes los viernes de la primavera. Miércoles de oprobio callado, que en la práctica sería clandestino si no estuviesen alertas las asociaciones de víctimas del terrorismo. Miércoles, qué más da el día, de acercamiento escalonado -en Latinoamérica dirían ‘de a poquito’- que preludia la progresión de grado de los asesinos.

Primero fue el traslado paulatino a prisiones aledañas al País Vasco. Y en paralelo, el expediente de cesión de competencias sobre los centros penitenciarios. Algún resquemor albergaría el Gobierno cuando demoró la rúbrica del traspaso hasta después de las elecciones madrileñas de mayo. En vano, vistos los resultados; Ayuso no necesitaba que los adversarios le hicieran el trabajo. El caso es que Marlaska fue mudando a los etarras de cárcel, un puñadito cada semana, mientras el PNV negociaba la entrega de las llaves. Los beneficiarios sólo tenían que firmar a cambio un formulario lleno de vaguedades y manifestar que aceptaban la legalidad como compromiso más notable. Esa declaración, mero protocolo redactado por funcionarios ministeriales, la vendía Interior como un extraordinario paso adelante, como si los criminales hubiesen visto la luz y caído de rodillas en un ataque de contrición por sus atrocidades. Quedaba listo el trámite para los encuentros en la segunda fase. Ayer empezó el baile. En pleno verano y en vísperas de vacaciones, que es el equivalente comunicativo a la nocturnidad como agravante.

Cuatro terroristas previamente acercados a la alta Castilla, Asturias, la Rioja o Cantabria pasan al País Vasco y Navarra. De momento el ministerio ha sido prudente en la selección; pudiendo aproximar a bestias pardas y matarifes a gran escala ha escogido para la primera tanda a un grupito de pistoleros que ‘sólo’ tienen algún asesinato a sus espaldas, además de los cargos adyacentes de estragos y tenencia de explosivos o armas. Y les ha hecho firmar otro papel, pura rutina, expresando rechazo a la violencia y ‘respeto’ a las víctimas. Que no se diga que son insensibles al dolor de las familias aunque sea un poco tarde para devolver la vida a los inocentes que liquidaron con alevosía. El arrepentimiento y la colaboración con la justicia en el esclarecimiento de otros delitos lo dejan para mejor día. Quizá para cuando salgan a la calle y reciban de sus vecinos el tradicional homenaje de bienvenida.

Porque salir salen, de eso es de lo que trata este proceso. De que la autonomía vasca otorgue beneficios a los presos, sea obsequiosa con ellos y los envíe a casa antes de tiempo o los deje cumplir el resto de la condena en régimen semiabierto. De llevar a efecto, en suma, la contrapartida que los testaferros de ETA exigieron para facilitar la investidura y apoyar los Presupuestos. De pagar el precio del poder en plazos de obligado cumplimiento. Eso sí, con muchísimo respeto.