Ignacio Camacho-ABC
- Cataluña sigue tomando café nacionalista. El excelente resultado de Illa sólo rebaja un poco el grado de cafeína
Cataluña toma café independentista. Sólo, cortado, con leche o doble. El gran resultado de Illa rebaja esta vez el grado de cafeína y le da opciones de ser presidente pero las elecciones de ayer no dejan en el fondo más interrogante que la de los compañeros de ERC en el Gobierno autonómico. Nada imprevisto, por otra parte. Sea con los socialistas y los Comunes de Colau/Iglesias, sea con los vicarios de Puigdemont, siempre correosos frente a sus propias expectativas, sea con otra combinación nunca descartable en un mapa político atomizado y delirante, Junqueras va a ejercer desde la cárcel el papel esencial en la composición del futuro consejo de la plaza de San Jaime. Con un Gabinete separatista o un
tripartito será él quien maneje la agenda y adopte, como hasta ahora, las decisiones clave. Dada la aversión mutua que se profesan republicanos y convergentes, el cerebro de la insurrección de 2017 estaría más cómodo al lado del PSC; de hecho hay razones para sospechar que Esquerra represente la candidatura encubierta de Sánchez, que en todo caso sale reforzado del trance. Sin embargo, el mito procesista puede acabar imponiendo a través de la presión de las bases la continuidad de la alianza entre fuerzas anticonstitucionales. La pandemia del Covid no ha cambiado de manera apreciable el criterio de los votantes: el virus del nacionalismo se volvió hace mucho tiempo endémico entre los catalanes.
Lo único que se mueve es el bando no secesionista, del que Podemos se ha descolgado con su campaña de desprestigio del régimen democrático. El constitucionalismo se achica, en parte porque la alta abstención, el voto Covid, favorece a quien tiene más movilizado su sufragio. Los socialistas y Vox, más los primeros que los segundos, se han repartido la túnica de Ciudadanos, receptor de un durísimo castigo en su territorio originario. Paradoja catalana: buena parte de los electores que buscaron en Arrimadas un refugio frente a la sublevación de hace tres años se han ido a un partido dispuesto a indultar a los promotores del golpe contra el Estado. Menos sorprendente resulta que otros hayan decidido migrar al antinacionalismo resuelto y contundente que tanto Cs como el PP han abandonado. Los sanchistas se frotan las manos: el futuro de Arrimadas, incluso de su proyecto, está en el aire y a Casado le van a preparar una encerrona, dentro y fuera, que cuestione su liderazgo. Su campaña ha sido un desastre, un verdadero naufragio que además se ha llevado por delante a un excelente candidato.
Dentro de diez días se conocerá otro escrutinio más siniestro, el del contagio epidémico provocado por la disparatada elección de la fecha. Ojalá sea irrelevante, pero quedará en la conciencia de todo el país el despropósito de una clase política ensimismada en sus cuitas egocéntricas al punto de convocar unos comicios en plena situación sanitaria de emergencia.