Editorial-El Español
A cuatro días de las elecciones, la campaña electoral ha entrado en un estado de encanallamiento que trasciende el sano debate político para entrar en el terreno de una insalubre crispación.
La veda de la bajeza la abrió el PSOE cuando, al poco de terminar el cara a cara entre Sánchez y Feijóo, se lanzó a trasladar la interpretación de que el presidente había perdido el debate por haberse visto arrollado ante la andanada de «mentiras» lanzada por el líder de la oposición.
Desde entonces el PSOE se ha aplicado a erosionar la imagen de Feijóo para retratarlo como un político sin credibilidad ni palabra. Pero el error del presidente popular en la entrevista de este lunes en TVE a propósito de la revalorización de las pensiones brindó a los socialistas una oportunidad de oro para endurecer el tono de su campaña y retratar a Feijóo como un mentiroso.
Que los dirigentes socialistas han recibido la consigna de utilizar este episodio para denigrar al candidato que va a la cabeza en los sondeos lo prueban algunas de las intervenciones de este martes de ministros del Gobierno de coalición. Félix Bolaños ha acusado a Feijóo de «mentir sin piedad», mientras que Yolanda Díaz le ha tildado de «mentiroso compulsivo».
De todos modos, cabe decir que el PP ya había colocado el debate en estos términos indeseables desde que en la precampaña centró sus ataques a Sánchez en el argumento de su supuesta contumacia en el engaño. Además, Feijóo debió rectificar también por haberle atribuido a Sánchez una obstrucción a la justicia en el caso Pegasus que no se produjo.
Hemos llegado a un punto en el que prácticamente cualquier pronunciamiento de un líder político se replica con una acusación de falsedad. Y enmarcar la discusión pública como un intercambio de mentiras, en lugar de como una confrontación de planteamientos divergentes igualmente válidos, sólo redunda en un descrédito general de la política del que los ciudadanos son los perdedores.
En cualquier caso, el PSOE ha ido un paso más en esta degeneración de la campaña electoral hacia la guerra sucia sin cuartel. En un gesto de desesperación, ha desempolvado la fotografía de Feijóo en el yate de Marcial Dorado para desprestigiar al líder del PP.
Este movimiento rastrero ha encontrado su eco en los exabruptos del siempre excesivo Santiago Abascal, que ha llegado a calificar a Sánchez de «garrapata». Y que ha augurado «situaciones peores que en 2017» en Cataluña si su partido logra gobernar en coalición con el PP tras el 23-J.
También Esteban González Pons se ha apuntado a este enfangamiento de la recta final de la campaña, cargando en un tuit fuera de lugar contra RTVE y refiriéndose a la corporación pública como un «partido» que «va a perder las elecciones». El socialista Ander Gil, por su parte, se hizo eco de una fake news difundida por un articulista de El País, según la cual Ursula von der Leyen habría acusado a Feijóo de ser un hombre «sin ideas». Y el broche del ominoso día de ayer martes lo puso el secretario general de UGT, dirigiéndose a Vox al grito de «comemierdas» y pidiendo el voto para los partidos del actual gobierno progresista.
Cuando sólo quedan tres días de campaña, este periódico no puede por menos que hacer un llamamiento a la contención de todos los actores políticos. Se puede defender la gestión propia y repudiar la del adversario con argumentos racionales y sin abandonar la sensatez y la serenidad, como demuestra hoy el ministro de Industria Héctor Gómez en su entrevista con EL ESPAÑOL.