Javier Zarzalejos-El Correo

  • Redondo Terreros condujo a su partido en los momentos más difíciles e impulsó las iniciativas más imaginativas para afrontar la violencia de ETA

El Partido Socialista en su versión sanchista está desarrollando una inventiva extraordinaria. La ministra portavoz, justamente sancionada por la Junta Electoral Central por sus efusiones propagandísticas contra el PP desde la sala de prensa del palacio de La Moncloa, atribuye al expresidente José María Aznar unas palabras que nunca ha pronunciado para poder acusarle ni más ni menos que de «golpista».

Por su parte, el ministro de la Presidencia en funciones, Félix Bolaños, atribuye al Tribunal Supremo la convalidación de los indultos a los secesionistas sediciosos catalanes, cuando la verdad es que el Tribunal ha inadmitido a trámite la impugnación de esos indultos sin pronunciarse en cuanto al fondo del asunto. De hecho, el único pronunciamiento de fondo del Supremo sobre los indultos es el que emitió en su día la Sala Segunda, que, en cuanto tribunal sentenciador, debía pronunciarse sobre las intenciones del Gobierno. Y la Sala se pronunció radicalmente en contra del perdón, advirtiendo -con todo acierto- de que el indulto servía solo a intereses políticos y en este caso concreto implicaba una rectificación indebida de una sentencia firme.

La inventiva ha continuado. Es más, ha llegado al paroxismo del cinismo para justificar la expulsión de Nicolás Redondo Terreros del Partido Socialista por un supuesto perjuicio a las siglas. ¿Culpable Nicolás Redondo de perjudicar a las siglas del PSOE? La acusación es grotesca e infame dirigida a alguien como Nicolás Redondo que condujo a su partido en los momentos más difíciles e impulsó las iniciativas más creativas para afrontar la violencia terrorista y la laminación de las libertades pretendida por ETA contra los constitucionalistas. ¿O es que no se acuerdan de la persecución social contra los no nacionalistas comprometida por los firmantes del pacto de Estella?

Conozco a Nicolás desde hace unos cuantos años. Me precio de su amistad. Con él compartí algunos de los momentos más determinantes de nuestras respectivas biografías. Nunca le he escuchado renegar de su partido ni disimular su pertenencia a él. Es un socialista que está a años luz de los ‘aparatchiks’ que han forzado su expulsión, bendecida por Pedro Sánchez. Un socialista al que le gustaba recordar aquello de Prieto que decía ser socialista a fuer de liberal, algo que tengo que reconocer siempre dije a Nicolás que yo no terminaba de entender bien. Siempre me hablaba de ‘su’ partido, al que pertenecía por vía genética y por convencimiento. El socialismo español debe a Nicolás Redondo infinitamente más que las cuentas que la vengativa dirección socialista actual ha querido ajustar con él.

Lo que me maravillaba de Nicolás era precisamente su lealtad a las siglas y su convicción para aguantar en el PSOE cuando, desde las elecciones autonómicas de 2001, los cañones del zapaterismo viraron contra él, buscando no solo su renuncia política sino su descrédito personal. Cuando he leído los lamentos por los peligros ciertos que afronta la democracia española como consecuencia de la dependencia socialista de los nacionalistas, no puedo olvidar que esa misma autoría, en una de las piezas más deleznables del periodismo de opinión en democracia titulada ‘El recurso del método’ (‘El País’, 18 de mayo de 2001), se declaraba «aliviado por un triunfo tan sonoro como el del PNV en las pasadas elecciones» y acusaba a Redondo de dar su «aplauso ancilar» al PP en aquella campaña. Como se ve, nada nuevo salvo que pirómanos de entonces se lamentan ahora como bomberos impotentes mientras que Nicolás Redondo no se ha movido de convicciones profundamente constitucionalistas y cívicas.

Hay un imparable proceso de selección negativa, un verdadero darwinismo inverso en la izquierda española que premia a lo más sectario y exento de escrúpulos como condiciones ideales para sobrevivir en este terreno embarrado. Ahí está alguien como Patxi López, que rentabilizó los esfuerzos de otros y llegó a lehendakari para malbaratar el primer Gobierno alternativo al nacionalismo.

Redondo fuera y Bildu dentro. Redondo objetivo de descrédito y Bildu blanqueado. El mundo al revés. Pero que no se engañen los ejecutores de esta indignidad que les avergonzará. Lo que se va con Nicolás Redondo es el PSOE de la democracia, la Transición y el pacto constitucional. Lo que se queda es una peligrosa caricatura del cantonalismo de la I República pasado por el largocaballerismo del sectarismo y la exclusión. Ahí, afortunadamente, Nicolás Redondo no estará.