El inconveniente de la dilatación en el tiempo de las negociaciones políticas para lograr un cambio tan profundo como el que requiere el primer Gobierno Vasco no nacionalista, es que los protagonistas se suelen poner nerviosos. Y se equivocan de prioridades.
Mezclan los intereses de su partido con los intereses de la ciudadanía que les votó. Y ocurre que largan. Se van de la lengua porque se ven en la imperiosa necesidad de fijar el mensaje para los suyos. Y se lía la madeja, que es justamente lo que no les debería interesar. En la familia socialista, Patxi López mantiene el hermetismo obligado. No digamos Jesús Eguiguren. Hasta Rodolfo Ares, que concede entrevistas pero no revela ninguna indiscreción.
Otra cosa es si pasamos a la segunda fila; entonces el nivel ya cambia. El alavés Txarli Prieto se apresura a desviar la atención cuando se están filtrando tantas cábalas en torno a posibles cambios en la presidencia de la Diputación de su territorio. Y como no quiere que ese trono foral se mueva, él sale a los micrófonos para poner especial acento en la importancia que va a tener, en compensación, la presidencia del nuevo Parlamento si recae sobre el Partido Popular. Una situación que, sin embargo, inquieta a los populares que, lo que quieren, precisamente en Álava, es que se visualice que el PP va a ser la llave del nuevo Gobierno Vasco, entre otras cosas porque el PP ganó las elecciones forales y, sin embargo y gracias a una política de alianzas entre el PNV y el PSE, están gobernando los nacionalistas.
En el Partido Popular tampoco andan sobrados de discreción. Si ahora ha trascendido que Basagoiti busca una foto con López (¿en tu sede o en la mía?) es porque lo han contado los incontinentes del PP. En su día ya le dieron un aviso a Leopoldo Barreda porque emitió un mensaje tan confuso que la opinión pública se creyó que los populares sólo querían cargos. Es ahora Iñaki Oyarzábal quien está «hablando demasiado» según los observadores. En fin, que no sería la primera vez que se malogran negociaciones complicadas por un enredo evitable.
Están los dos partidos en pleno hervidero negociador. Y las bases, a pesar de los lenguaraces, se van asegurando. Sólo faltaba Ibarretxe presentando su candidatura. En el PNV no apostaban, en principio, por que se presentara. Interpretaban que supondría una escenificación de la pérdida del gobierno. Pero Ibarretxe no ha hecho caso. Su partido ha ganado. Todo el mundo lo sabe. Y quiere permitirse recordarlo ante el Parlamento para darse la oportunidad de lanzar su último discurso. Será, por cierto, un discurso apocalíptico si sostiene, como ayer, que los 38 votos del PSE y PP son «votos para destruir». Pero poco más podrá hacer de momento. Ganó pero no logra reunir apoyos suficientes. Esta vez no está Batasuna para cubrirle el margen que necesita. Y eso, también lo sabe todo el mundo.
Tonia Etxarri, EL DIARIO VASCO, 25/3/2009