EL MUNDO 16/04/13
ARCADI ESPADA
Hace unos meses el presidente de la República francesa presentaba en el Elíseo el acuerdo al que habían llegado los periódicos con Google. Un acuerdo de 60 millones de euros, modesto en relación con la solemnidad del marco. Hace dos semanas el presidente de Estados Unidos presentaba en la Casa Blanca el ambicioso e incierto proyecto Brain, que pretende cartografiar el cerebro y que tiene detrás al español Rafael Yuste. Las dos imágenes simbolizan el compromiso cultural de los dos presidentes. Inútilmente se buscará en la presidencia de Rajoy alguna de calado similar. Por así decirlo, el presidente solo inauguró este año unas salas del museo de Pontevedra, donde dijo que la cultura es algo propio de las sociedades modernas. También fue al Prado. Llevaba ocho años sin acudir. Con todo el derecho, por supuesto. El mismo derecho que le asiste a haber ido al fútbol durante su presidencia tres veces. Y no solo derecho: a mí, pedantuelo al cabo, me irrita menos el presidente del Marca que la vacua gazmoñería poética de los presidentes Aznar y Zapatero. Pero, por desgracia, no solo es una cuestión de gusto. Y esto lo sabe bien Rajoy que es el presidente que ejerce con menos gusto aparente de todos los que yo haya conocido. El sistema cultural español, libros, periódicos, espectáculos, es una ruina que precisa de una profunda reconversión. Es discutible el papel que el Estado deba jugar en la gestión habitual de este sistema, pero debe participar, sin duda alguna, en la reconversión: el estado de la cultura española es, exactamente, un estado de excepción. La ausencia cultural del presidente solo se ha visto interrumpida por la violencia. Quiero decir por la violencia de las relaciones de este gobierno con los agentes culturales. Todos los encuentros de este gobierno con la cultura son conflictivos y desagradables. A eso obliga la tensión entre poder y crítica de la democracia: pero de vez en cuando hay que tomarse un trago juntos y hacer números, aritméticas. Con los poetas como con los fabricantes de pladur.
Sin embargo, no hay que engañarse. Rajoy tiene sus propios números hechos. Nadie llega a la presidencia de Francia o de los demócratas americanos desdeñando la cultura. Por el contrario, Rajoy sabe que puede llevar de regalo al Papa una camiseta de la roja en facsímil.