IGNACIO CAMACHO-ABC
- La ‘mayoría social’ de Sánchez no existe y la parlamentaria se basa en unos socios que no le tienen la mínima confianza
Lo primero que hacen todos los socios de Sánchez en el Congreso es justificarse por serlo. Es decir, avergonzarse de él, echarle en cara su falta de crédito y tratarlo con displicencia cuando no, como en el caso de Rufián, con evidente desprecio. Lo apoyan como mal menor pero necesitan dejar claro que no tienen la mínima confianza en sus intenciones, en sus actos y en su palabra. Y luego sacan el pliego de peticiones y ponen precio a la ayuda para que sepa lo cara que le sale su posición precaria. A continuación se permiten blasonar de la nula importancia que tiene para ellos el conjunto de España y a menudo –con Bildu a la cabeza: Bildu, sí– denigran la Transición, el pacto constitucional y la calidad de nuestra democracia. Sólo después de todo eso acceden a votar sus propuestas como una demostración de condescendencia, y siempre con nuevas condiciones y evidentes muestras de suspicacia y de cautela, con la actitud del que le hace un favor sólo por el interés de cerrar el paso a la derecha.
De manera invariable, el presidente se traga los reproches, sonríe complaciente, se humilla con algún halago a la voluntad constructiva de sus aliados y les tiende la mano entre forzadas expresiones de camaradería progresista y compromiso solidario. Dame pan y dime tonto, dice el refrán castellano; insúltame pero no me retires el respaldo porque a ti tampoco te conviene que se acabe el mandato. Ése es el verdadero ‘quid pro quo’ del pacto en virtud (?) del cual ésta es la única nación europea gobernada por los enemigos confesos de su Estado. Y también una de las razones esenciales de que la autoridad y la imagen del jefe del Ejecutivo se hayan calcinado: no hay reputación que salga incólume del contacto con los partidos que la opinión pública considera más antipáticos. Sobre todo después de que ganase las elecciones bajo la promesa de no pactar con ellos en ningún caso.
La mayoría social que dice representar Sánchez no existe y el frente político que lo sostiene en el poder es sólo una precaria conjunción de oportunismos. Conserva una mayoría parlamentaria alquilada pero el apoyo ciudadano lo ha perdido y en cada elección parcial sufre un castigo nítido. El giro a la izquierda –es un decir, nunca se ha orientado en otro sentido– emprendido esta semana constituye una fuga hacia adelante a base de mero populismo, un ejercicio de resistencia que sólo le fortalece a juicio de su aparato propagandístico. Ha terminado de regalar a la oposición el centro que nunca quiso y le ha dejado a Feijóo el camino expedito para consolidar un proyecto alternativo. Las almas cándidas que aún creían en una remota posibilidad de consenso se habrán terminado de desengañar con este movimiento. Si no se produce una milagrosa estabilización de los precios, el país afrontará el barruntado invierno del descontento con un Gobierno a merced del radicalismo más extremo.