En el escenario mortecino de la economía actual, plagado de negros presagios, el mercado laboral encendió ayer una luz de esperanza. Tanto la subida de cotizantes (+61.800) como el descenso de los parados (-74.000) superaron las estimaciones más optimistas y confirmaron la robustez del empleo. La economía siempre navega en medio de grandes incertidumbres, pero ahora lo hace envuelta en insondables misterios. Con todas las previsiones de crecimiento a la baja, con una inflación de altura desconocida en treinta años, con distorsiones en las cadenas de suministro y, sobre todo, con la pandemia amenazando con la sexta ola que puede exigir nuevas restricciones a la movilidad y nuevos problemas a la demanda, que el empleo crezca de esta manera se sitúa entre lo sorprendente y lo milagroso. La explicación puede estar en que estas cifras miden el pasado cercano y todo lo anterior se refiere al futuro próximo. Para apoyar esta tesis tenemos un dato impactante, como es el que el último día de noviembre, justo cuando encaramos la Navidad, se dieron de baja 179.307 cotizantes a la Seguridad Social. Qué miedo…
Comprobaremos enseguida, este mismo mes de diciembre, si la bonanza es consistente y, como se dice ahora, sostenible. El 91% del incremento del empleo hay que imputarlo al sector servicios, para el cual la campaña navideña es fundamental, al menos en su vertiente del comercio. Así que haga el favor de comprar en su tienda de cercanía y evite Internet, si es posible. Necesitamos la fortaleza de la demanda y, para cumplir su función, ésta exige la ausencia de restricciones. Por eso, una vez más, los aspectos sanitarios cobran el mayor protagonismo en la evolución económica. Todo el Gobierno hace una comparación ventajosa entre la recuperación del empleo en esta crisis y la vista en la anterior. La clave está en que la actual nace de un agente exógeno que paraliza la actividad sin dañar los activos, mientras que en la anterior, las secuelas financieras dañaron los balances y lastraron la recuperación. Son situaciones diferentes, con causas y consecuencias diferentes.
En cualquier caso, debemos alegrarnos por estos resultados, sin olvidar que aún tenemos 125.000 personas en los ERTE -según reducimos el número, lo hacen las probabilidades de un retorno al empleo anterior- y 106.000 autónomos con prestación, a quienes hay que encontrar alguna salida. Vienen meses cruciales para el empleo, a ver si la reforma en curso es capaz de apuntalarlo.