Cayetana, políticamente indeseable

Conocí a Cayetana Álvarez de Toledo el 25 de octubre de 2011 en la Puerta del Sol. Yo presentaba un libro que había escrito sobre las mañas sentimentales del zapaterismo y ella estaba ocupada en algo mucho más importante, embarazadísima de su segunda hija, Flavia.

Cayetana tuvo una idea: crear una plataforma. Para ello, reunió a dos docenas de estrictos constitucionalistas y comenzó a citarnos a unas cenas vaga y poéticamente conspiratorias que celebrábamos en Madrid para dar forma a la criatura. Nos bautizó  y propuso un objetivo. El nombre lo sacó de la Declaración Universal de los Derechos Humanos cuyo artículo 1º dice: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, etc. etc.” El objetivo era defender la empecinada voluntad de vivir juntos los distintos.

Así nació ‘Libres e Iguales’ que presentamos en julio de 2014 en la Puerta de los Leones del Congreso. Creo que fue Arcadi Espada el que la propuso para portavoz de la plataforma, idea a la que me sumé inmediatamente: era la mejor de todos nosotros. Y lo demostró enseguida. Apenas dos meses después, el 11 de septiembre pronunció un discurso en este mismo lugar, el Círculo de Bellas Artes y en esta misma sala en la que estamos ahora.

‘Por la paz civil: sí me importa’ se tituló. Se cumplían 300 años del asalto final a Barcelona en la Guerra de Sucesión, Cayetana comenzó su discurso con estas palabras                 º: “A esta hora, en las calles de Barcelona, miles de personas están conmemorando una guerra civil. Es un raro ejercicio. Su intención no es que el recuerdo sirva a la razón y a la convivencia. Su intención es que la herida permanezca”.

Fue un discurso emocionante, treinta minutos intensos en los que esta sala reventó en aplausos cuando el pianista Borja Mariño puso el broche tocando las primeras notas del Himno Nacional. Solo me fijé en dos hechos: Mario Vargas Llosa, que estaba sentado delante de mí, en la misma butaca que ocupa hoy, se puso en pie de un salto con energía adolescente y gritos de ‘Bravo, bravo’, mientras su hija Cayetana se escapaba de los brazos de su padre y corría escaleras arriba hacia el escenario gritando: “mamá, mamá”. Hubo quien sostenía que lo de Cayetana hija era el verdadero broche de oro, una performance,  dispuesta por Albert Boadella para rematar el acto.

Luego pasar o más cosas. Hubo incluso una moción de censura que tumbó al Gobierno. El nuevo presidente del PP, que entonces nos hizo albergar alguna esperanza, acabó nombrando a nuestra Cayetana portavoz del Grupo Parlamentario Popular. Nunca ha habido portavoz semejante en todo el arco parlamentario en general y en el Partido Popular en particular. Ella fue quien puso el primer clavo en el ataúd político de Pablo Iglesias Turrión con el que es en mi opinión el mejor discurso parlamentario pronunciado en el Congreso: “Usted es el hijo de un terrorista. A esa aristocracia pertenece usted: a la del crimen político”. Fueron otras dos mujeres las que añadieron más clavos: Rocío Monasterio, que lo echó de un debate electoral e Isabel Díaz Ayuso, que lo echó de la Asamblea y de la política.

Cayetana había comenzado una labor de saneamiento que fue desautorizada por la presidenta de la Cámara, al imponer su sentido de la corrección política sobre los hechos que defendía Cayetana. Su partido no quiso apoyarla y se negó a pagar el recurso. Así empezó todo. Luego vino su destitución.

Y ahora ha alumbrado este libro que tiene mucho de memorialista y del que quiero destacar tres características: la primera es que está muy bien escrito, la segunda que está penetrado de verdad y la tercera, que todo lo que cuenta es un relato de interés.

Cayetana es una líder extraordinaria. Solo hay una causa de que no acabe de ser aceptada como tal y es que el buen pueblo español y su partido padecen horror a la excelencia. Este fin de semana, el secretario general de su partido se preguntaba en una entrevista por qué había preferido escribir un libro de 500 páginas que ayudar a la gente. Teodorico, que así lo llaman en Murcia, según me contó  Rosa que es paisana, tiene nombre de rey godo, y debería saber que cada cual ayuda a la gente con lo que mejor hace: Cayetana con palabras y con ideas; él con su campeonato mundial de lanzamiento de huesos de aceituna  en Cieza.