Mikel Buesa-La Razón

  • La vieja globalización, que ya había sido severamente tocada por la epidemia, no ofrece el amparo de antes

Sánchez y su gobierno navegan entre tinieblas. Es un decir, porque lo que verdaderamente resalta en su gestión política es que van a la deriva, desnortados, sin saber adónde dirigir su gobernación. Porque resistir en medio de las diatribas diarias entre sus miembros no es tener una meta bien establecida. Que el resultado de las elecciones andaluzas lo haya dejado meridiano, no es una novedad sino una constatación porque la cosa viene de lejos. Que el Gobierno se vio desbordado por los acontecimientos pandémicos es obvio, no sólo por la concatenación de improvisaciones que caracterizó su actuación, sino porque, como sentenció el Tribunal Constitucional, no fue capaz de llamar al esfuerzo de los españoles dentro del cauce de nuestra carta magna. Ahí se desvelaron los tintes autoritarios que, paso a paso, fueron impregnando todas sus intervenciones, mientras se despreciaba a la oposición y, lo que es más importante, a los ciudadanos. Y luego vinieron los engaños, principalmente de la mano de una política económica construida sobre una ficción de papel –y de empleos en el sector público– que inexorablemente se iba desmontando cada vez que, en la Unión Europea, se desplegaban los indicadores comparativos de la actividad empresarial, las finanzas y la recuperación de los niveles previos a la crisis post-covid.

Pero lo de ahora va mucho más lejos porque repentinamente, con la guerra en Ucrania y las sanciones a Rusia, el mundo ha cambiado. La vieja globalización, que ya había sido severamente tocada por la epidemia, no ofrece el amparo de antes, al enlentecerse los intercambios y fallar las garantías del derecho internacional. Ahora todo es más caótico: los suministros energéticos, los alimentos, los componentes electrónicos, las tierras raras. Y la inflación establece la síntesis. Entonces no vale negar la evidencia y afirmar que se trata de fenómenos transitorios, como por cierto hizo durante demasiado tiempo el Banco Central Europeo –y de su mano la ministra Calviño– mientras los ciudadanos, en España y en Europa, íbamos aumentando nuestros depósitos bancarios por si acaso, tal vez porque no somos tan listos como los altos funcionarios, aunque sabemos por experiencia que pronto vendrá el tío Paco con las rebajas. Mientras tanto, Sánchez hace como que no se entera. Hasta que todo se derrumbe.