José Antonio Zarzalejos-El Confidencial

  • La rectificación que Sánchez podría intentar solo puede consistir en transformar el marco de referencia perdedor de su Gobierno connotado por decisiones erráticas, el disenso interno y relaciones broncas y de mercadeo con sus aliados

Hoy y los próximos días se va a comprobar si la coalición gubernamental ha cambiado la dinámica de la disonancia por la de la sintonía a propósito de la aprobación en el Consejo de Ministros de un nuevo real decreto ley para combatir la crisis y, en particular, la cabalgada inflacionista. No lo parece en absoluto. Sería normal que en un Ejecutivo con dos partidos surgieran algunas discrepancias, pero no que estas afloren de continuo y virulentamente, como ocurre en el Gobierno de Sánchez. Es políticamente insoportable este rumbo a la colisión constante entre dos partidos que gobiernan a puñalada trapera el uno contra el otro. Y su trayectoria es errática: cambia su reforma anterior (justicia) o se retracta de decisiones (energía) mal planificadas. La improvisación en estado puro. 

Son estas prácticas de indiscreción desleal y contradicciones las que están creando el marco mental colectivo de referencia para juzgar la solvencia del Gobierno y llegar así a la conclusión de que la continuidad de la entente entre el PSOE y Unidas Podemos, en vez de fortalecer a ambos partidos, los erosiona como se ha comprobado el pasado 19-J en Andalucía.

Se dice que al Ejecutivo de Sánchez le falla la comunicación. Tal diagnóstico puede ser falso o verdadero en función de lo que se entienda por buena o mala comunicación. Es obvio que proclamar ‘urbi et orbi’ en un día festivo en la capital, abruptamente, que los teléfonos móviles del presidente y de la ministra de Defensa han sido intervenidos por terceros no identificados resulta tan extravagante en la comunicación política que inhabilita en sus capacidades de gestor público a quien haya aconsejado tal intervención.

De la misma manera, es manifiestamente erróneo hacer pivotar el discurso gubernamental sobre unas ideas fuerza sin la más mínima credibilidad porque, en vez de resultar aserciones convincentes (“el Gobierno está fuerte”) se convierten en la expresión de un nítido reconocimiento de las debilidades que se niegan. 

De Georges Lakoff, autor de ‘No pienses en un elefante. Lenguaje y debate político’ (Editorial Complutense, 2004), hemos aprendido que los marcos mentales creados por el lenguaje político forman parte del inconsciente cognitivo, de tal modo que es la palabra, el relato, lo que se dice y cómo se dice, lo que condiciona en una medida importante la percepción política de los ciudadanos. Si los demócratas norteamericanos piensan constantemente en el elefante republicano, han perdido su marco mental. 

«Feijóo ha entendido que la sociedad española requería de un lenguaje de aproximación» 

Núñez Feijóo, y con él Moreno Bonilla, han entendido que la sociedad española requería de un lenguaje de aproximación a los ciudadanos bien distinto al propio de la que Christian Salmon denominó «la era del enfrentamiento». Si el Partido Popular ha cambiado el lenguaje es que está en el trance de alterar —para bien— el marco mental de referencia de su propia significación en la sociedad y enfilar así el trayecto a unas elecciones generales futuras con posibilidad de muy buenos resultados. Aunque Lakoff sea un autor de culto en el progresismo, parece que el presidente del PP atiende a sus consejos más certeros. 

La rectificación que Pedro Sánchez podría intentar tras la debacle de Andalucía solo puede consistir en transformar un marco de referencia social perdedor en el que se encuadra su Gobierno connotado por el disenso interno y unas relaciones broncas y de mercadeo con sus aliados parlamentarios. Ahora, el Gobierno se asemeja a un rehén de terceros con intereses tan contrapuestos que las iniciativas legislativas más importantes no han contado con su colaboración: la convalidación del decreto ley de fondos europeos (que salvó Vox), la del decreto ley de reforma laboral (que salvó un error humano de un diputado popular) o la del decreto ley anticrisis (que salvó la abstención de los conservadores).

Si los aliados del Gobierno solo lo son para llenar sus alforjas con concesiones de ámbito territorial —Cataluña y País Vasco—, la percepción colectiva responderá como en Madrid o en Andalucía: rehusar el voto a un partido cuyo propósito se reduce a mantener en el poder a su líder. Y si hoy, y después con la convalidación del decreto que aprueba el Consejo de Ministros, se reproducen episodios de transacción incoherente, el presidente y el PSOE continuarán su erosión porque, lejos de alterar el negativo marco de referencia que les caracteriza, se reforzará. Nada digamos si la proposición de ley orgánica socialista para reformar su propia decisión de congelar el Consejo General del Poder Judicial, que requiere mayoría absoluta (176), no sale adelante. 

Lakoff propone hasta once medidas (páginas 58 y 59 de la edición citada) que acaso a los asesores de la Moncloa les serían de utilidad e igualmente, aunque a la inversa, al Partido Popular:

  1. Reconoce lo que los conservadores han hecho bien y dónde han perdido el tren progresista.
  2. Recuerda: «No pienses en un elefante». Si mantienes su lenguaje y su marco, pierdes tú
  3. La verdad por sí sola no te hará libre. Hay que enmarcar las verdades desde tu perspectiva.
  4. Tienes que hablar desde tu perspectiva moral en todo momento. Hay que abandonar el lenguaje de los fontaneros de la política.
  5. Entérate de donde vienen los conservadores. Intenta predecir lo que dirán.
  6. Piensa estratégicamente, a través de cuestiones importantes. O sea, piensa en términos de grandes fines y no solo en términos de programa.
  7. Piensa en las consecuencias de las propuestas.
  8. Recuerda que los votantes votan por su identidad y por sus valores, lo que no coincide necesariamente con sus intereses
  9. Únete y coopera.
  10. Sé proactivo, no reactivo. Juega a la ofensiva, no a la defensiva. Practica el cambio de marco cada día, en cada cuestión importante y
  11. Háblales a las bases progresistas para activar el modelo protector en los votantes indecisos. No gires a la derecha.

Donde Lakoff escribe «progresista», póngase «conservador» y el resultado benefactor de estos consejos del experto serían perfectamente intercambiables y válidos para el desnortado Pedro Sánchez y para Alberto Núñez Feijóo. Se trataría, en resumen, de introducir en la política inteligencia y estrategia, principios y oportunidad, palabras y hechos, hasta llegar a hacer de ella «el arte de lo posible» en vez de convertirla en una «conjura de los necios». Este es, claramente, un Gobierno necio porque se destruye a sí mismo sin autocompasión.