TEODORO LEÓN GROSS-ABC

  • Para esa coreografía apocalíptica, falla el pequeño detalle de que el PSOE ya ha gobernado con una alianza frankensteiniana de indepes golpistas, exterroristas y comunistas premodernos o posmodernos

Tras la fumata blanca en Valencia de PP y Vox, apareció la portavoz del PSOE para denunciar ciceronianamente una conjura contra la democracia. El gag resultó sobreactuado y ridículo, pero tenía la apertura de telediario reservada a calzón quitado, y todo el tachintachán de la nomenclatura mediática de la izquierda en la cámara de eco de las redes, fuenteovejuneando todos a una con el mensaje del huevo de la serpiente. Claro que para esa coreografía apocalíptica, rasgándose las vestiduras, fallaba el pequeño detalle de que el PSOE ya ha gobernado con una alianza frankensteiniana de indepes golpistas, exterroristas, comunistas premodernos o posmodernos… Y después de eso, ¿a quién esperan impresionar?

Pactar con Vox es mala noticia, como todo pacto hacia un extremo. Se trata de un partido de programa trasnochado y mucha retórica casposa. Pero este es el legado del sanchismo, desde que Sánchez formuló en 2016 la idea de «no es no», abortando no ya la posibilidad de una ‘grossen koaliton’ a la alemana sino de investir a la lista más votada, y el propio Sánchez en 2019 aprovechara la miopía de Rivera para repetir elecciones y acabar en brazos de Podemos. El legado del sanchismo es un tablero político con el centro muy vaciado, donde sólo cabe más Frankenstein (versión 2.0 con añadidos) o el bloque de la derecha con PP y Vox. Ese es el peaje del no es no, la moción de censura y el abrazo de Frankenstein.

Esto es lo que hay. Y hacer pedagogía contra el extremismo, pasa por hacerla contra los dos extremos, sin eufemismos balsámicos. Si se habla de la extrema derecha, también de la extrema izquierda; ultraderecha o ultraizquierda; derecha alternativa o… Pero es falso. No se hace pedagogía contra los extremismos; sólo se deslegitima al otro con la lógica infantil de buenos contra malos, como advierte Jonathan Haidt. Con todo el teatrillo propio de la política espectáculo y la polarización populista, aporrean el tam-tam de la tribu apelando a las emociones, al miedo. El sanchismo, con el cinismo marca de la casa, aún confía en tener éxito habiendo blanqueado a Bildu y Esquerra con Podemos.

La ultraderecha en el Gobierno, denuncian, es una anomalía europea. Lamentablemente también es falso: en Italia, Meloni; en Hungría, Orbán; en Polonia… y han estado en Austria, Finlandia, Holanda. Lo que no hay es un gobierno con comunistas y tanto menos en alianza con ex terroristas y golpistas contra el orden constitucional. Es fascinante el cinismo del PSOE para colocar sus mantras; pero definitivamente no va a colar que uno sí se redima de un tiro en la nuca pero no de insultar a su mujer en un matrimonio destruido, por cierto bien vetado por el PP a pesar del ‘fake’ de Moncloa. Todo esto, sin duda una fatalidad, es el legado del sanchismo con su Frankenstein… y sólo cabe esperar que se pase el sarampión de la nueva política, se complete el ciclo y se vuelva a hacer política mirando al centro, entre liberales y socialdemócratas moderados.