Juan Carlos Girauta-ABC
Esta herida no nos la inflige nadie más que nosotros. Lo más fácil es recurrir a los viejos fantasmas
León Felipe, sé todos los cuentos, igual que tú en destierro más lejano. La ha emprendido el payaso a bofetadas contra sí mismo, será por la costumbre. Sin hacer ruido habíamos logrado ser esa Europa fría y tolerante que anhelaban los sabios españoles. Ah, Krause y su feraz malentendido; la razón alemana, idealista, saltó desde lo abstruso a lo elocuente. Fluvial, de Sanz del Río a De los Ríos. Y el agua se filtraba y nos saciaba, y el Sócrates hispano nos regaba de la única manera imaginable: una Institución Libre de Enseñanza.
Lo que vino después ya lo sabemos. Sabios en el Congreso y desengaño, frases como cuchillos en la Cámara y un círculo vicioso de venganza. Abeles y caínes familiares. Abeles y caínes que perdieron, abeles y caínes que ganaron. Y el exilio de México y Nueva York, y el tiempo que pasaba y el olvido. Luego un milagro, reconciliaciones, Alberti y Pasionaria frente al Rey.
¿Quieren épica? ¡Tiren de argonautas! O visiten Homero y no mareen con doscientos cuarenta caracteres. Si me dan a elegir entre su épica y el plano bienestar de la concordia, prefiero la concordia, el tedio, todo lo que ya no resiste nuestra patria.
Por eso se han acabado los endecasílabos. Reivindico estos cuarenta y dos años largos inaugurados por Adolfo Suárez y Juan Carlos I, por Marcelino Camacho defendiendo la amnistía en las Cortes. Los años increíbles para cualquiera que conozca la historia de la España contemporánea. Sin embargo, se cuentan por millones quienes los desprecian. Los tienen por dictadura encubierta, por autoritarismo.
Eso, precisamente eso, sostuvo en la misma tribuna desde donde hablaron tantos hombres buenos, tantos hombre útiles, una apologista de la ETA que, si la providencia no lo remedia, hoy contribuirá a llevar al poder a una heteróclita banda que tiene en común la voluntad de hundir la nave del 78. Nos aguarda, dicen, un país más deseable, lleno de naciones. Y hay jóvenes que no saben aún todos los cuentos. La banda cifra sus esperanzas en eludir instituciones, crear órganos bilaterales entre entes incomparables, abrirse a cualquier propuesta de un sedicioso, apartar a los jueces de sus asuntos, burlar sus sentencias.
Admiro a Elvira Roca Barea y su obra, pero esta herida no nos la inflige nadie más que nosotros. Lo más fácil, si la providencia no nos libra hoy de los que vienen a demoler un régimen para levantar otro mucho peor, es recurrir a los viejos fantasmas. Flagelarnos de nuevo, maldecir la maldición que nos derriba cada vez que corremos libres. ¡Pero no hay sinos! España está en condiciones de ser exactamente lo que quiera. A los ecos de Ortega debemos responder que ya somos Europa, que por esa Europa corretean espectros peores que los nuestros, que debemos a los que necesitan cuentos la desgracia de ver en el gobierno a comunistas, a estas alturas de la verdad. Y que el vértigo ha vuelto porque eso es lo que quiere media España.