- Los de Junqueras buscan reeditar el tristemente célebre Pacto del Tinell. Esta vez contra VOX
El separatismo catalán siempre hace lo mismo: lo que no pueda manipular, sobornar o corromper no existe. Por eso suelen estigmatizar de fascista a quienes plantean otra Cataluña. Acostumbrados a cabalgar contradicciones les da lo mismo llamar fascista a Albert Boadella que a Ignacio Garriga, a Pérez Reverte que a Loquillo, a mi líder Carlos Herrera que a mi hermano Girauta, a Ferreras que a Ana Rosa Quintana. Porque ni son de su cuerda ni se les espera. Son expertos en la exclusión, en la muerte civil, en el ninguneo, en la deshumanización del adversario reduciéndolo a una cosa baja y miserable en contraposición al catalán puro.
Somos Untermenschen, dicho en buen alemán. Se vio con el pacto del Tinell, funesta acta de defunción de lo poco decente que quedaba en política en mi tierra. Nacionalistas y pseudo izquierdistas decidieron excluir al Partido Popular porque ni era catalán ni lo eran sus votantes ni defendían la catalanidad sus postulados. Que antes de entregarse a la droga separatista Artur Mas tuviera redaños de pactar los presupuestos de la generalidad con Alicia Sánchez Camacho, entonces lideresa popular catalana, es lo de menos. La gente que actúa per Catalunya no tiene que dar explicaciones.
El gestor de eso que llaman Gobierno catalán, Pere Aragonés, propone que se aísle a VOX. No los quiere ni ver. Lo mismo que antes con el PP y luego con Ciudadanos. Ahora le toca el turno a los de Abascal, a todos quienes creen que las cosas pueden hacerse de otra forma. Su pretexto, aunque necesitan pocas excusas, es hablar de extrema derecha – de la extrema izquierda no – e intentar proteger a la democracia. Y te lo largan unos tíos que definen a Otegui como hombre de paz y pierden el culo por hacerse fotos con él.
Ahora le toca el turno a los de Abascal, a todos quienes creen que las cosas pueden hacerse de otra forma
Hablan de democracia partidos que, al final, son facciones distintas del mismo movimiento nacional, mientras Sánchez perdona golpistas y estimula la libertad de asesinos etarras. Y los comunistas callan ante los más de mil violadores y agresores de mujeres beneficiados por las leyes de su camarada Montero. Y el PNV propone en el parlamento vasco una moción para exigir un referéndum sobre la forma de estado votado unánimemente por la banda. Los adalides de la intransigencia, los que discriminan por tu forma de pensar o, peor aún, someten a un interrogatorio digno de la Gestapo a una enfermera por decir que no piensa sacarse el certificado de catalán, echándola de su puesto de trabajo, exigen que a VOX no se le dé ni agua.
Fuera del debate público, fora feixistes de els nostres barris. Pero si quienes braman esos gritos de orangutanes cabreaos porque les han quitado el plátano que creían suyo pensaran un poquito, verían que van a quedarse muuuuuucho rato por una sencilla razón: la gente de VOX en Cataluña es eso, catalana. Es gente nacida aquí, que habla catalán, que se han criado en esta tierra tan suya como la de cualquier otro. No son marcianos. Eso es lo que les jode, que sean trabajadores, clase media, empresarios, autónomos, mujeres, jóvenes universitarios, gays. Gente que está hasta los gladiolos o el zafarique de tanto mamoneo, tanto chulito de esquina, tanto histérico barra histérica, tanta estelada y tanto chorizo. Podrán intentar aislarlos, hacerles un cordón sanitario o tirarse por el suelo y decir que les han robao. Como si se dan un barrigazo en una pista de circo. No les servirá de nada.
Porque quien decide quien está y quien no en política son los electores y no cuatro chalaos. Ea.