Erkoreka

Echa en falta Juaristi a Anasagasti, al compararlo con el nuevo portavoz peneuviano, que no gusta de El Quijote por la derrota que el escudero vizcaíno sufrió a manos del hidalgo castellano.

¿A dónde te escondiste, Anasagasti? Cómo le vamos a echar a usted de menos sus adictos, a la vista del inenarrable artefacto perdido en un traje sin fondo de raya diplomática que ha venido a sucederle. ¿De qué recóndita destilería clandestina de chacolí mutada en ikastola ha rescatado el PNV a esta criatura excesiva cuyo solo apellido incita al cacareo? Qué tiempos, maese Anasagasti, las cosas que hay que oír. Ya me había acostumbrado a su desgarro y a sus broncas, que suscitaban en mi negro corazón euscaldún ramalazos de simpatía atávica, porque creía, ingenuo de mí, que los vascos podemos ser algo brutos, pero nunca horteras. Y hace falta ser hortera con avaricia para declarar que el Quijote no le gusta a uno por lo malparado que sale el escudero vizcaíno. ¿Malparado? ¡Pero si no hay un personaje de mayor talla moral en todo el libro, cosa que ya advirtió Unamuno, para quien don Sancho de Azpeitia era un claro trasunto del Santo de Azpeitia, Íñigo de Loyola de Palacio en el siglo! Solamente a un hortera se le ocurre parangonar a Cervantes con Pasqual Maragall y Fidel Castro (¿o era con Joan y Rosalía?) Pobrecita Rosalía, siempre vestida de blanco, siempre sentada en un banco, siempre llena de melanco (lía).

Y qué me dice de lo que dice Erkoreka de Prieto y de Aguirre, qué barbaridad, maese Nagasaki. Cuando tenía la edad de Rodríguez Zapatero, don Inda, que era un bragado, no salía de casa sin un revólver en el bolsillo, con el que, por cierto, le pegó un tiro en la cabeza al Pollo Orúe, un pistolero nacionalista que le acorraló en los Jardines de Albia. Lo cuenta él mismo en uno de los artículos recogidos en De mi vida. Miope y pícnico, Prieto sólo confiaba en la herrumbrosa durante aquellos duros años de Bilbao, donde se le tenía casi por una versión local del Noi de sucre. Desde luego, nunca fue un bergante atosigante de talante dialogante.

Que se informe mejor, dígale a ese talento que se informe mejor sobre el talante de Prieto, antes de proponer las relaciones de éste con el lehendakari Aguirre como paradigma de buen rollito, que igual Zetapé se lo cree y la liamos. Es verdad que Prieto consintió en la aprobación del Estatuto de Autonomía y en que Aguirre presidiera el gobierno vasco frentepopulista, pero lo hizo en circunstancias que, afortunadamente, nada tienen que ver con las actuales, aunque haya quien se imagine vivir todavía en la primavera del treinta y seis. Ya sé que ustedes andan celebrando el centenario del nacimiento de José Antonio (Aguirre), pero no deberían pasarse de historicistas. Rodríguez Zapatero habría comprendido sin esfuerzo lo que intuyo que Erkoreka quería aconsejarle, de haberse limitado éste a recordar los buenos y no tan viejos tiempos de Felipe González y de Arzalluz, o de Txiki Benegas y de Ardanza, por ejemplo. Sus tiempos, maese Anasagasti, antes de que ustedes pactasen con ETA a espaldas de los socialistas.

Admito, con todo, que Puigcercós le ha ganado a su heredero por la mano al exigir que el Estado español pida perdón por el asesinato de Companys. ¿Por quién, a quién y en nombre de quién? ¿Debe el nuevo presidente pedir perdón a la Generalitat, al pueblo catalán o al propio Puigcercós en nombre de Franco? La Esquerra Surrealista de Catalunya es al partido de Companys lo que el Partido Maoísta Obrero Español al de Prieto.

Calma y sensatez. Hay que aprender de Llamazares, que no va más allá de citar a Azaña. Como hacía Aznar. De paso, ¿alguien le podría explicar a Joan Herrera que, si desea dirigirse en catalán a la Cámara, se le entenderá con más facilidad si lo hace en la clara lengua de Martí i Pol que recurriendo, como en el debate de investidura, al extinto dialecto medieval del Ducado de Neopatria?

Jon Juaristi, ABC 18/4/2004