Kepa Aulestia-El Correo

Los partidos más bisoños saben que las campañas no brindan aciertos políticos que conmuevan a los votantes y atraigan su favor. Por eso está prohibido cometer errores en período electoral. Si no caben sumas, es imprescindible evitar cualquier resta. A pesar de lo cual candidatos y responsables partidarios yerran a menudo, por diversas causas. El inverosímil cansancio argüido por Pedro Sánchez, el estrés por destacar con un titular cada día, la angustia por avivar el ritmo de juego ante encuestas desfavorables. Pero hay también ‘errores’ intencionados a los que, por eso mismo, no les corresponde tal denominación. Los más leves de estos últimos atienden a la soberbia, cuando el poder se cree capaz de trazar una estrategia infalible en medio de la volatilidad general. Los más graves, cuando se buscan votos mediante una espiral de provocaciones que polarice la sociedad hasta el punto de violentar la convivencia.

El principal artífice de la convocatoria de mañana, Pedro Sánchez, quiso cerrar la campaña ayer anunciando que cuarenta y ocho horas después del escrutinio electoral enviará a los demás grupos parlamentarios propuestas a medida de cada cual para «desbloquear» la gobernabilidad del país. Si no caben aciertos definitivos en campaña, es un error dar cuenta de una misiva aun inédita, basada en la presunción de que -«Ahora sí»- Sánchez podrá emplazar a los otros partidos a que propicien su investidura. La sola mención a una serie de cartas personalizadas, dirigidas a sus posibles cuatro socios principales -PP, Ciudadanos, Unidas Podemos y PNV- y a las redactadas específicamente para nacionalistas canarios, regionalistas cántabros, o para quien se disponga a participar en alguna jugada desde el independentismo catalán, resulta demoledora antes de que se escriban, cuando Sánchez da a entender que ya solo pretende conseguir los 123 escaños del 28-A.

Vox resurgió a diez días de las elecciones de mañana, convirtiéndose en esa referencia ante la que el resto del arco parlamentario no sabe qué hacer: si ningunearla, contradecirla, o seguir su juego. Su provocadora reaparición, tras los incidentes violentos posteriores a la sentencia del ‘procés’ y la exhumación de los restos de Franco, preludia lo peor imaginable. Una reversión en la escala de valores democráticos y humanistas de la política institucionalizada. Una reversión que las izquierdas imputan a las derechas democráticas; pero que no sería ajena a la irresponsabilidad de quienes no quisieron conciliarse para gobernar tras el 28-A -PSOE y Unidas Podemos principalmente-, porque pretendían más ventajas partidarias.