Para que hoy los jóvenes insatisfechos se manifiesten y pidan más poder, más libertad y más limpieza en la vida pública es necesario vivir en democracia. España no es Egipto. Exijamos más democracia, pero no pretendamos reinventarla. Y abramos los libros de Historia, sobre todo si buscamos respuestas.
Para que hoy, a tres días de unas elecciones, podamos hablar de democracia en España han debido pasar muchas cosas, algunas de ellas muy desagradables y duras. Muchos de los nuestros aguantaron años de postración, injusticia y olvido soñando una España que no llegaron a conocer, que intuían y adivinaban.
Para que hoy España sea una democracia -imperfecta, pero democracia-, hubo que cerrar con un pacto la rabia contenida en la memoria; hubo que abrazar y dar la mano a gentes que antes se pegaron tiros; hubo que olvidar que los tiros siguieron incluso después del fin de la guerra. Hubo que olvidar; sí hombre sí, hubo que olvidar porque no se puede vivir con fantasmas debajo de la cama y con telarañas en el recuerdo. Los muertos tienen derecho a reclamar nuestra atención durante un tiempo, sólo un tiempo y nada más. Los franquistas se hicieron el harakiri, los comunistas abrazaron la bandera española, los socialistas terminaron sus vacaciones y se pusieron a trabajar para decir después adiós al marxismo; la derecha democrática encontró un mirlo blanco llamado Adolfo Suárez, y la que no lo era supo estar a la altura, luchar por un espacio y desaparecer una vez que la democracia se lo negó.
El rey de entonces nunca fue más sabio, y el pueblo español más oportuno, paciente y realista.
Para que hoy podamos hablar de democracia antes fue necesario tener un sueño. Para que hoy nuestro país sea una democracia algunos de los nuestros hicieron voluntariamente hercúleos esfuerzos, trabajos definitivos para que dejaran de sonar los sables y los golpes de Estado fallaran estrepitosamente. Otros fueron asesinados por terroristas locos y menos locos que ponían en cuestión una democracia incipiente afectada por un catarro que la llevaba continuamente a 1936.
Para que hoy los jóvenes insatisfechos se manifiesten y pidan más poder, más libertad, más democracia y más limpieza en la vida pública es necesario vivir en democracia. Conviene no olvidar lo que se tiene porque sólo desde esa posición se tiene tranquilidad suficiente para pedir. España no es Egipto por mucho que en las ancas del caballo de Carlos III en la Puerta del Sol pongan una bandera de ese país. Los jóvenes egipcios son hoy por hoy incapaces de soñar un país como el nuestro. Pidamos lo imposible, pero seamos consecuentes. Exijamos más democracia, pero no pretendamos reinventarla. Y de vez en cuando abramos los libros de Historia. Sobre todo si buscamos respuestas.
Félix Madero, EL DIARIO VASCO, 19/5/2011