Pues no, no botamos a Sánchez. Este es el reconocimiento de una decepción, la de once millones y pico de españoles que creyeron poder archivar para siempre el sanchismo y que, de la noche a la mañana, se enfrentan a cuatro años más de la misma pesadilla, el mismo cóctel explosivo, el de un granuja sostenido por la congregación de enemigos de la España constitucional, ahora, además, con el añadido de Junts, lo que faltaba para el duro, y unas gotas de ambrosía gallega en forma de BNG. Pleno al quince. Al PSOE le han votado 7.760.970 españoles, 968.771 más (14,3%) que en las generales de noviembre de 2019, lo que obliga a la oposición a reflexionar sobre las causas de este incremento y a extraer las enseñanzas pertinentes para poner remedio a la situación. El problema no es tanto Sánchez como los casi ocho millones de ciudadanos que le votan. A la oposición, y a quienes hemos venido defendiendo como una mera cuestión de supervivencia la necesidad de un cambio de rumbo para nuestro país. No me esconderé. No he creído nunca en las encuestas. Me fie de mi intuición personal, del convencimiento de que un Gobierno de España sostenido por los enemigos de la nación solo puede conducir al puerto de la pobreza colectiva y la ruptura de la convivencia. Siempre creí que una amplia mayoría de españoles compartía este punto de vista, y que eso era razón más que suficiente para botar a Sánchez. Me equivoqué. Se equivocó la razón y el corazón; ganó otra cosa que, sinceramente, no sé muy bien cómo definir.
Constataré lo que parece una evidencia: este es un país en el que resulta pavorosamente fácil manipular a la gente
No entraré a estas alturas a pontificar sobre los errores de PP y de Vox. Demasiada gente ha impartido ya clases magistrales sobre el cadáver, abierto en canal, de las esperanzas frustradas. Sí constataré lo que parece una evidencia: este es un país en el que resulta pavorosamente fácil manipular a la gente. Lo explicó con detalle hace mucho tiempo Elias Canetti. El comportamiento de la masa. En cualquier latitud resulta fácil instalar en el inconsciente colectivo miedos irracionales con fantasmas que solo existen en el repertorio de los abalorios inmorales que manejan los forjadores de mentiras. Por ejemplo, Santiago Abascal comiéndose a los niños crudos. Lo de Sánchez, por eso, ha sido un gran éxito de la propaganda descarnada, de la manipulación de las conciencias, de la mentira. Este es un país en el que un partido como Vox, perfectamente constitucional, es un peligro sin paliativos para las libertades, mientras que partidos comunistas, separatistas, xenófobos y supremacistas, que abominan de la España de ciudadanos libres e iguales, son la cosa más «simpática» y homologable del mundo.
Este es un país en el que un partido como Vox, perfectamente constitucional, es un peligro sin paliativos para las libertades; mientras que partidos comunistas, separatistas, xenófobos y supremacistas son la cosa más «simpática» y homologable del mundo.
Soy de los que piensan que el canalla formará Gobierno por encima de todo. A cualquier precio. Al fin y al cabo, él paga con dinero ajeno. Lo que le pida Puchimón y el resto de cabecillas que conforman su nefasta sociedad. Lo sabemos todos. Será un Gobierno de delincuentes sosteniendo a otro delincuente, al que esperan sacar hasta la camisa. No lo tendrá fácil, antes bien, lo tendrá muy difícil ante un PP con 137 diputados, con mayoría absoluta en el Senado y con gran parte del poder territorial en sus manos. La mayor dificultad, con todo, la encontrará en el manejo de una banda condicionada por tales contradicciones, tan diarias, tan críticas, que le costará Dios y ayuda sacar adelante cualquier medida que se proponga. La situación recuerda mucho la que vivimos en 1993, cuando Felipe González, asediado ya por todo tipo de escándalos, logró ganar unas generales que José María Aznar creía tener en el bolsillo. Aquella victoria supuso la muerte lenta del felipismo y un alto precio para un país bloqueado. Por si ello fuera poco, el pájaro se va a enfrentar a la necesidad de acometer algún tipo de ajuste de las cuentas públicas. La estabilidad del euro. Es ahí donde la Comisión pondrá pie en pared, que a los burócratas de Bruselas les importa un pimiento la calidad de nuestro Estado de Derecho. El sátrapa tratará de cumplir dando una vuelta más de tuerca a la presión fiscal sobre clases medias y rentas altas, pero ese tocino casi ha desaparecido ya, eso no da más de sí, lo que equivale a decir que no habrá más remedio que tocar áreas sensibles, meter el cuchillo en el puro jamón del gasto ineficiente, tal vez en una reforma integral del gasto. ¿Cómo se lo venderá a sus socios comunistas?
El sátrapa tratará de cumplir dando una vuelta más de tuerca a la presión fiscal sobre clases medias y rentas altas, pero ese tocino casi ha desaparecido ya, eso no da más de sí, lo que equivale a decir que no habrá más remedio que tocar áreas sensibles
Por eso coincido con quienes imaginan una legislatura corta, quizá de dos años o incluso menos. Razón de más para que PP y Vox ajusten las piezas de su maquinaria y se pongan a trabajar cuanto antes. Mal lo de Vox. La señal de alarma para quienes simpatizamos con esta formación llegó a la hora de confeccionar las listas electorales, momento en el que alguien decidió excluir de las mismas a notorios liberales en sus filas. Un partido que había venido para exponer en público las vergüenzas del PP y obligarlo a acometer las reformas siempre aplazadas por el marianismo, además de para entronizar el sentido común en la política, parece haber abjurado de esas ideas fuerza para convertirse en otra cosa, un grupo de frikis proclive a las «ocurrencias», rodeado de enemigos reales o imaginarios. Una estructura jerarquizada que gobierna la organización con mano de hierro, capaz de expulsar al disidente por wasap. Un partido con complejo de víctima y con tendencia a cerrarse, blindarse, encastillarse. Una cosa antipática. Ni un amago de crítica tras los pobres resultados cosechados el 23J. La culpa, del empedrado. Santiago Abascal es un tipo valioso, que ha demostrado tener arrestos bastantes para enmendar el rumbo. El riesgo de no hacerlo es quedarse con un grupo de 10 diputados las próximas generales.
Lo del PP es más complicado. El cáncer que le fue detectado tras la famosa boda de El Escorial sigue sin sanar y con metástasis varias. Un PP enfermo en una sociedad enferma, que ha normalizado en la presidencia del Gobierno de España a un tipo convertido en un mero rehén de los enemigos de España. Los efectos de la quimio tienen a Génova en el diván de psicoanalista desde hace casi 20 años. Si las ofertas que la derecha política española tiene para ofrecer a la ciudadanía son un falangismo enragé siglo XXI, por un lado, y una socialdemocracia light siglo XX, por otro, estamos aviados. ¿Qué quiere ser el PP de mayor? Para empezar, habría de recluir definitivamente a Mariano Rajoy en La Trapa, Dueñas, y no permitirle aparecer por un mitin nunca más. Que Núñez Feijóo siga sacando en procesión a semejante mastuerzo, responsable de haber servido en bandeja el Gobierno de España a un bandolero, solo puede ser considerado un insulto para los 11 millones de españoles que le dieron su voto en noviembre de 2011. El partido tiene que armarse cuanto antes de un ideario, dotarse de un cierto corpus doctrinal, a ser posible con algún aliento liberal, lo que evitaría virajes inexplicables de estrategia, le liberaría definitivamente de absurdos complejos (¿Cómo explicar que, 50 años después de la muerte de Franco, en Génova haya tanta gente pidiendo perdón a esa atrabiliaria izquierda hoy encamada con el comunismo más casposo y el separatismo más reaccionario?) y le convertiría, de una vez por todas, en la derecha laica, liberal y moderna que España necesita para convertirse en un país respetado en el concierto internacional y, más importante aún, para ofrecer un proyecto de futuro, en paz y progreso, a las nuevas generaciones.
Un PP enfermo en una sociedad enferma, que ha normalizado en la presidencia del Gobierno de España a un tipo convertido en un mero rehén de los enemigos de España
Supongo que también tiene que reforzar aceleradamente su estructura con la incorporación de talento, todo el talento disponible que exista en el mercado. Gestionar el partido como una gran empresa cotizada en la Bolsa de valores de la ideología, obligada a vender su producto en un mercado en feroz competencia. Y no sé si los Pons, los Borja y las Cuca son los mejores candidatos para el consejo de administración de Partido Popular S.A., aunque es posible que yo esté equivocado, como casi siempre. Tiene que intentar resolver de una vez el problema que la formación arrastra en la marca catalana, el gran regalo de maese Aznar, otro de los que siguen dando lecciones por doquier. Los accionistas de una empresa que fabricara yogures y no fuera capaz de vender uno solo en Cataluña, despedirían de inmediato a los gestores de la sociedad. De forma inmediata, Feijóo está obligado, en mi modesta opinión, a intentar la investidura por fallida que parezca de antemano. Los españoles conocerían su programa de Gobierno y verían retratarse al resto de grupos. Para ganar hay que correr riesgos. Para salir por la puerta grande hay que arrimarse a los pitones. Subir a la tribuna y contar la realidad descarnada. Y encararse con el PNV. La forma en que Génova ha plegado velas ante la primera negativa del grupo vasco a dialogar, evidencia el amateurismo de ese entorno. Todo el mundo sabe que el PNV ha vendido siempre su voto al mejor postor. Siempre. Se trata, Alberto, de que pidas precio a Ortuzar («Nosotros hemos sido los que hemos arruinao las posibilidades de Feijóo de ir a una investidura directa. La derecha ya está frenada, la ha frenado el PNV»), ese señor con aspecto de mozo de mulas en una casa de postas, de que le preguntes ¿cuál es el precio, Andoni? Di una cifra, la que sea, porque te lo vamos a pagar, te vamos a dar lo que pidas… A eso le llama «hacer política» el felón de Moncloa. Eso es hacer política, y no mendigar ayudas cómplices de un fantasmal “PSOE bueno” que no existe. Insiste, Alberto, no te rajes, has ganado las elecciones, vete a Vitoria, instala la tienda de campaña frente a Ajuria Enea, compra el voto del PNV y preséntate a la investidura con el respaldo de 177 escaños.
Al fin y al cabo se trata de dinero. No hay nada personal, que dirían en Corleone. Es solo pasta. Es la pasta la que tiene en permanente estado de euforia desde la noche del domingo 23 a la multitud de cargos socialistas que maman del sector público. Es dinero, no ideología. Es La PERROE sector negocios. Los Zapateros, Barrosos, De Paz & Cia. No cabe el desánimo. Urge ponerse a trabajar para acabar cuanto antes con la pesadilla. Botar a Sánchez sigue siendo un imperativo moral para cualquier demócrata. Como escribía aquí días atrás Agustín Valladolid, «La renuncia anticipada a combatir la España inviable a la que aspira el secesionismo es inaceptable». El secesionismo y Sánchez. «El verdadero peligro que amenaza hoy a España no es tanto la ruptura de su unidad –que, al fin y al cabo, es un problema real– como el desmantelamiento a la vez de su Estado, vendido por partes a los diversos grupos de presión nacionalistas (que se apresuran a convertirlos en feudos inexpugnables) y la destrucción de los cimientos de su cultura política democrática, nacida de la lucha antifranquista de los años sesenta y de la transición democrática de los setenta». La frase pertenece al artículo publicado en Letras Libres («La España ingobernable») por Benoît Pellistrandi, historiador e hispanista francés, miembro de la Real Academia de la Historia. Muy de acuerdo. Con Sánchez gobernando para los suyos, dispuesto a pagar cualquier precio que le pida el separatismo para satisfacer su ambición, esto no puede durar mucho. Esta mierda no puede salir bien porque desafía todas las leyes, incluso las de la física. Y porque media España nunca consentirá ser conducida mansamente al matadero por la otra media. Urge, pues, Alberto, salir cuanto antes de la depresión y poner a tu gente a currar en serio, porque si el PP hace los deberes, el PP ganará con una mayoría suficiente las próximas generales.