PEDRO GARCÍA CUARTANGO-ABC

  • Muy pronto pudimos constatar que todas las promesas de Sánchez se quedaban en nada

Es la economía, estúpido. La frase se convirtió en el lema de la campaña de Bill Clinton en 1992 cuando derrotó a Bush padre. Es la regeneración democrática, estúpido, la asignatura pendiente de los dos partidos que han gobernado España en los últimos 40 años. Desde Felipe González a Sánchez, todos los presidentes han demostrado una absoluta falta de interés en acabar con las prácticas clientelares y el uso partidista de las instituciones.

Sánchez concurrió a las elecciones de 2015 con un programa de regeneración de la democracia, que fue la base de su moción de censura contra Rajoy en la que prometió acabar con la corrupción y gobernar de forma transparente. El caso Gurtel y el caso Kitchen fueron dos manchas imborrables en la gestión de Rajoy. Muy pronto pudimos constatar que todas las promesas de Sánchez se quedaban en nada. Sin perder ni un solo minuto, se convirtió en el rey de las puertas giratorias que tanto había denostado, se afanó en ocupar todos los puestos en las instituciones, en colocar a sus amigos y en utilizar el poder como una finca personal.

Sánchez es todavía menos transparente que Rajoy, apunta a los jueces y periodistas que no le gustan, elude su presencia en los medios críticos y tramita las leyes por procedimientos de urgencia o recurriendo al decreto ley para evitar el control parlamentario. Este periódico informaba ayer de su negativa a cumplir las recomendaciones del Tribunal de Cuentas en materia de financiación de los partidos. El presidente es alérgico a cualquier iniciativa que merme su poder.

Lo más sorprendente es que, seis años después de estar al frente del Gobierno, proponga ahora un programa de regeneración democrática. El hombre que prometió devolver el control del partido a la militancia, acaba de nombrar a un candidato de Aragón con el 2 por ciento de apoyo de las bases. Y sigue sin dar la menor explicación sobre informaciones que afectan a Begoña Gómez.

Lo que mejor se le da es jugar con las palabras y crear marcos mentales. Es conocida su capacidad para contradecirse sin inmutarse. Confía en que, después de las europeas, el fragor de la lucha política hará olvidar esa promesa de regeneración que ni se cree ni tiene voluntad de llevar a cabo. La prueba es que no ha sido capaz de enunciar ni una sola medida para cumplir ese programa.

Sánchez no va a regenerar la política, pero me temo que Feijóo tampoco. Los dos grandes partidos son maquinarias de intereses sin el menor propósito de promover a los mejores o devolver el crédito a las instituciones. La pugna entre PSOE y PP es una cuestión de poder, no de ética. Todo esto es de perogrullo, pero nos condena a un proceso de degradación de la convivencia que ha llegado al paroxismo con este presidente enamorado de su propia imagen. Humano, demasiado humano.