Teodoro León Gross-ABC

  • El valor del CV es relativo, y por eso lo convierten en un género de ficción

Aeste final de curso, además del tachintachán hueco del presidente, sólo le faltaba el esperpéntico festival de currículums mutantes entre maquillajes o falsedades, másters de pacotilla, tesis plagiadas o ‘linkedins’ de fantasía. En ese circo, nada supera la tesis plagiada, eso seguro, tanto que Sánchez hizo dimitir a una ministra suya por hacer lo mismo que él. Pero se corre el riesgo de generar una percepción errónea: el problema de la clase política no es el currículum precisamente, sino la trayectoria.

–Planteamiento: ¡Entrar y abrirse paso!. Todo parte de entender la política como una alternativa a la carrera profesional o las oposiciones. Hay demasiadas biografías políticas que comienzan en las ‘juventudes’ del partido. Es el momento de echar horas y hacerse notar, acertar en las fidelidades perrunas, aprender a moverte con un cuchillo entre los dientes e incluso un machete cimarrón. La concejalía es el primer objetivo. Una vez en un cargo público, podrías encadenar cargos públicos toda la vida. Casi da igual si sacas un título más o menos a tirones cuando no llegas siquiera a ejercer y es sólo un mero trámite.

–El plan: Mantenerse a toda costa. Se aprende pronto que el objetivo no es una gestión brillante, sino entender tu misión en cada momento. Óscar Puente salió del Ayuntamiento de Valladolid en junio de 2023, donde había sido concejal durante ocho años antes que alcalde, y un mes después ya era diputado e hizo el discurso salvaje de la investidura fallida de Feijóo, y de ahí a ministro… cargo en el que se dedica sobre todo a tuitear horas y horas mientras los ciudadanos aguardan explicaciones sobre los desastres ferroviarios. Valga como ejemplo. La tendencia es a carreras políticas que duran décadas, o toda la vida laboral, con finales más o menos plácidos.

–Objetivo: Salir bien. Es muy raro lo de «toca volver a la actividad profesional». Entre otras cosas porque para eso hay que haberla tenido. Resulta más fácil para quienes son funcionarios, pero la idea es no regresar nunca. La mejor alternativa son las puertas giratorias: mantenerse en el machito saltando a empresas privadas o acaso mixtas, en particular eléctricas o energéticas, donde acaban tantos ministros con sueldos astronómicos, o en reservas discretas como fundaciones, patronatos y la tupida red de influencia.

Claro que no todas las carreras políticas son así; pero se tiende a esa profesionalización. De modo que el valor del CV es relativo, y por eso lo convierten en un género de ficción. En definitiva, lo malo no es el currículum inventado, sino la trayectoria real. Merece más reproche la gestión que el postureo. Hay que insistir en que a Montoro no lo blanquea ser doctor en Economía y catedrático; ni el título avala a María Jesús Montero al usar la Hacienda espuriamente con fines partidistas sin atender las obligaciones constitucionales. Esto sí que debería pesar para cuestionar una carrera política.