JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS – EL CONFIDENCIAL – 28/06/15
· El líder de Podemos ha hecho unas polémicas declaraciones sobre la tragedia que supone la dispersión de los presos etarras soslayando que la auténtica tragedia es la de las víctimas del terrorismo.
El 27 de marzo de 2013 escribí aquí un artículo titulado El escrache: ¿Es Ada Colau filoterrorista? Lo negaba. Aunque hace poco más de dos años algunos cargos del PP y de otras instancias elaboraban sus críticas a la catalana sobre la errónea suposición de que su activismo se emparentaba con una militancia cercana a las prácticas terroristas. Quién iba a decirnos -y a decirles a sus críticos que la tildaron de amiga de los terroristas- que Ada Colau sería hoy alcaldesa de Barcelona. Reflexión que traigo a colación por las declaraciones de Pablo Iglesias a la publicación New Left Review en la que -la traducción y su sintaxis son muy deficientes- se muestra crítico con la dispersión de los casi cuatro centenares de presos de ETA.
Pablo Iglesias no es un proetarra ni un filoterrorista ni un amigo de los pistoleros. Afirmarlo con cierta banalidad verbal es incierto, imprudente y resulta inverosímil para la opinión pública en general. Confrontar así con la tesis del dirigente de Podemos conduce a planteamientos tan distorsionados que se vuelven contra los que los mantienen. La cuestión consiste en determinar por qué las palabras de Iglesias son más enfáticas hacia los presos de ETA que hacía el problema general del terrorismo y de sus víctimas, sin que este desequilibrio discursivo -tanto ético como político- justifique una brutal adjetivación descalificatoria del dirigente de Podemos.
El diagnóstico sobre el País Vasco está distorsionado por una parte de la izquierda que sigue observando a ETA como una excrecencia del franquismo.
Y planteada la cuestión en estos términos, la respuesta es relativamente sencilla: se trata de un problema cultural de determinada izquierda extrema y de un apriorismo ideológico. Iglesias analiza la situación del terrorismo etarra desde los puntos de vista de los ámbitos en los que se ha movido: los de laizquierda radical abertzale, pero incluso también de los más moderados y alejados, del nacionalismo vasco gobernante. Una y otro llevan muchos años atacando la dispersión de presos, haciéndolo, además, sin determinadas exigencias como la disolución de la banda, la petición de perdón y la reparación del daño causado. Y la colaboración con la justicia. Ciertamente: el PNV ha iniciado un cambio.
El diagnóstico sobre el País Vasco está distorsionado por una parte de la izquierda -incluso por algunas personalidades del PSOE como Odón Elorza o Jesús Eguiguren– que sigue observando el fenómeno criminal de ETA como unaexcrecencia del franquismo y su larga continuidad como una muestra de impotencia política del «régimen de 1978». Desde esa perspectiva que sobrepone lo falsamente ideológico a lo ético y lo legal, la dispersión no se contempla como una medida más en el conjunto de la política antiterrorista, sino como una variable vengativa que castigaría a las familias de los terroristas presos cuya lejanía impediría un mayor contacto con ellos.
Los terroristas dispersados por cárceles fuera del País Vasco -entre 300 y 400- son tantos como los crímenes de la banda que aún no han sido esclarecidos (347).
Es legítimo debatir sobre los efectos adecuados, o no, de la dispersión de los terroristas presos a los efectos de terminar con la banda. Siempre y cuando se tengan en cuenta los siguientes datos todos los cuales dan inteligibilidad y razonabilidad a las sucesivas políticas gubernamentales en esta materia:
1) La banda terrorista ETA ha cesado sus acciones criminales pero no ha entregado los arsenales de armas de los que dispone.
2) La banda terrorista ETA continúa en su intento de internacionalización del «conflicto» con el propósito de elaborar un relato de su trayectoria que considere su «lucha armada» una respuesta «patriótica» al Estado español.
3) La banda terrorista ETA no ha emitido declaraciones ni ofrecido síntomas de su propósito de disolverse y de dejar de proyectarse como una sombra sobre la izquierda abertzale y la sociedad vasca.
4) Los terroristas dispersados por cárceles españolas fuera del País Vasco -entre 300 y 400- son tantos como los crímenes de la banda que aún no han sido judicialmente esclarecidos (se cifran en 347) porque los terroristas consideran una «línea roja» lo que ellos llaman «delación» y que no es otra cosa que colaboración con la justicia.
5) En el País Vasco hay grupos de trabajo que tratan de determinar cómo se ha financiado ETA y cómo se financia ahora, ya que sigue manteniendo una estructura y un grupo dirigente. Por no saber no sabemos cuánto dinero recaudó la banda por extorsiones y secuestros.
6) El entorno etarra está realizando una labor -especialmente audiovisual y en plataformas digitales- de blanqueo de algunas de las figuras dirigentes de ETA, justificando su trayectoria y creando auténticos memoriales hagiográficos.
7) El propio lehendakari ha pedido recientemente perdón a las víctimas de ETA por la falta de «inteligencia emocional» para acogerlas y por la inasistencia institucional a su situación tan crítica.
8) El mundo universitario vasco se está movilizando para redactar y difundir la realidad de la trayectoria del terrorismo etarra que ha asesinado a casi 900 personas, la inmensa mayoría de ellas con la Constitución democrática de 1978 plenamente vigente y vigente también el Estatuto de autonomía vasco de 1979 (véase el reciente Informe Foronda elaborado por catedráticos de la UPV).
Discutamos. Pero hagámoslo desde una cultura de este fenómeno que adjetive de ‘trágico’ lo que realmente lo es: el balance de las víctimas de ETA.
Discutamos, en consecuencia, si la dispersión es útil o no lo es a los efectos de una correcta política antiterrorista. Pero hagámoslo desde una cultura de este fenómeno que sea integral y que adjetive de «trágico» lo que realmente lo es: el balance de las víctimas de ETA. Hay que dar por supuesto que Iglesias y sus compañeros dirigentes de Podemos condenan a ETA rotundamente aunque mantengan lazos de cierta complicidad política con la izquierda abertzale de su generación (distinta a la de los años noventa) que dispone de una vertiente izquierdista que les vincula con los planteamientos de Iglesias y los suyos.
Pero con la misma seguridad puede afirmarse que Iglesias y sus compañeros dirigentes de Podemos resultan poco comprensibles cuando plantean la política antiterrorista desde una perspectiva tan parcial y tan tópica. Con este tipo de declaraciones Iglesias y sus compañeros dirigentes de Podemos echan por tierra su pretendida sintonía con la contemporaneidad. Porque ese discurso reduccionista sobre el terrorismo está superado desde hace lustros.
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS – EL CONFIDENCIAL – 28/06/15