Gorka Maneiro-Vozpópuli

Llegó el momento de que el líder de CLM pase de las palabras a los hechos concretos y ofrezca una alternativa

Emiliano García Page, presidente de Castilla-La Mancha, cargó duramente la semana pasada contra el pacto firmado entre el PSOE y Junts para el traslado de las competencias de inmigración a la Generalitat de Cataluña. Por un lado, porque el pacto supone «una cesión de competencias que deben ser exclusivas del Estado», tal como ya recoge la Constitución Española, y porque el Estado no puede hacer dejación de sus funciones; por otro lado, porque el contenido del acuerdo es «racista e identitario«. Por todo lo cual dijo sentirse abochornado como socialista, como ciudadano y como demócrata. Además, Page dijo esperar que «no salga adelante» y que finalmente el Congreso de los Diputados tumbe el acuerdo sellado entre la derecha independentista catalana y el PSOE, al cual uno ya no sabe ni cómo definir. Y puesto que espera que «no salga adelante», la pregunta pertinente es qué piensa hacer Page, como militante destacado del PSOE, para que finalmente el acuerdo no se apruebe. Porque hasta ahora sabemos que, en la práctica, sus críticas anteriores no sirvieron para detener los desvaríos perpetrados por Sánchez y sus funestos colaboradores.

Lo que nos dicen los hechos es que las críticas de Page no sirvieron ni para impedir el indulto a los responsables del proceso independentista ni para evitar su parcial amnistía; ni para impedir la supresión del delito de sedición; ni para impedir que el PSOE haya terminado legitimando la ideología independentista con sus declaraciones y su práctica política. Además, su crítica política tampoco sirvió para impedir que su partido firmara con ERC la concesión a Cataluña de un concierto económico para reducir su aportación al conjunto del Estado, o sea, para cercenar la solidaridad entre ciudadanos y entre territorios, para romper la caja común y para hacer saltar por los aires definitivamente la igualdad entre españoles. Ni para detener de momento la supuesta y falsa condonación de la deuda catalana, que no es sino una redistribución de su deuda entre los restantes ciudadanos españoles, para que paguen justos por pecadores y para satisfacer y premiar al independentismo reaccionario a cambio de sus votos. Ni tantas otras cosas. Y ello a pesar de que todas sus críticas han venido haciéndose desde lo que se ha considerado siempre la izquierda democrática, históricamente comprometida con la igualdad, la redistribución, la defensa del Estado y el bien común, por mucho que haya quien ha querido ubicarlo con malas intenciones en el ámbito del centro derecha, como si la izquierda y el nacionalismo no fueran conceptos antitéticos, por mucho que con Sánchez parezca justo lo contrario.

El último disparate que se le ha oído decir al PSOE, en boca de la inane María Jesús Montero, vicepresidenta del Gobierno de España, es que la delegación es constitucional por cuanto las CCAA son también parte del Estado

Su última crítica se ha dirigido a la delegación de la inmigración y el control de las fronteras a la Generalitat de Cataluña, medida tan perjudicial e inconstitucional como casi todas las anteriores y como las que puedan seguir aprobándose en el futuro, mientras Sánchez siga siendo presidente. El último disparate que se le ha oído decir al PSOE, en boca de la inane María Jesús Montero, vicepresidenta del Gobierno de España, es que la delegación es constitucional por cuanto las CCAA son también parte del Estado, argumento absurdo que supondría aceptar que todas las competencias son perfectamente transferibles, y que, en lugar de un país, somos diecisiete, que es hacia donde el PSOE nos está llevando.

¿Va a crear un partido?

Sea como fuera, ninguna crítica de Page ha servido para detener a Sánchez, así que la pregunta es pertinente: ¿Qué medidas políticas va a tomar, desde dentro del PSOE, para parar los pies al inquilino de la Moncloa y secretario general del partido, más allá de lo que ya ha hecho y dicho hasta ahora? ¿Es al menos algo o no es absolutamente nada el hecho de que un socialista relevante del nivel de Page critique de manera contundente al PSOE? A los efectos que nos ocupan y preocupan (o sea, a la salida de Sánchez de la Moncloa), ¿es más productivo ahí dentro o lo sería más fuera? ¿O es acaso Page el socialista crítico que necesita el PSOE para aparentar, no solo que caben dentro del PSOE postulados alternativos al sanchista, sino más concretamente para llenar la buchaca de los votos de aquellos que todavía no han perdido la esperanza en el PSOE o, habiéndola perdido, a pesar de ello todavía le votan? ¿Es Page un valiente que alza la voz frente a los dislates de Sánchez o el tonto útil que, en el fondo y en la práctica, sigue utilizando Sánchez en su propio beneficio? Es más, ¿va a crear Page un partido político de izquierdas alternativo al PSOE, que le haga competencia y sea alternativo a la derecha política y a los nacionalistas que ponen en peligro el futuro de España… o se va a quedar en las palabras hasta hoy día verbalizadas o en las que verbalice en el futuro? Porque ¿cuántos votantes socialistas dejarían de votar a Sánchez si Page se fuera? ¿Podría jugar esa baza para hacer cambiar la política de Sánchez? De momento sus “movimientos” no parece que hayan sido útiles para ello; más bien al contrario, parece que han servido para que quienes no comparten las políticas de Sánchez lo sigan votando, con la excusa de que las ideas de Page siguen dentro del PSOE y con la esperanza de que en el futuro sean mayoritarias. Pero mucho mal ya está hecho y, me temo, está ya consolidado, y ni siquiera que Feijóo fuera presidente serviría para que muchos de los males provocados por el sanchismo pudieran ser corregidos.

¿Quedan socialistas dignos?

Desgraciadamente, no tengo las respuestas; y no descarto que hasta sea posible que la presencia de Page en el PSOE siga siendo necesaria para descabalgar en un futuro a Sánchez, por mucho que, por momentos, parezca una disonancia o una incoherencia. Sin embargo, es probable que haya ya llegado el momento de que él mismo, dada su experiencia, su grado de conocimiento y su predicamento en el mundo de la izquierda que todavía no ha perdido la cabeza, pase de las palabras a los hechos concretos y ofrezca una alternativa, quizás de la mano de otros socialistas dignos o de los que se fueron en su momento, no vaya a ser que más adelante sea ya demasiado tarde; y no me refiero a tarde para el PSOE, sino a tarde para España.