Entre los españoles hay tres puntos de vista sobre lo que está ocurriendo en España.
El primer punto de vista, optimista a pesar de las evidencias, es el de quienes han visto al país pasar de una dictadura a una democracia. Es la generación baby boomer. Toda su trayectoria vital (personal, profesional y política) ha sido ascendente y por eso interpretan las cosas mirando hacia la cima.
El segundo punto de vista, no pesimista pero sí nihilista, es el de quienes hemos visto al país pasar de una democracia a Pedro Sánchez. Somos la generación X. Nuestra trayectoria personal y profesional ha sido ascendente, pero nuestra trayectoria política ha sido descendente, y por eso miramos en dirección al valle.
Finalmente, están los más jóvenes, que han visto al país pasar de Zapatero a Sánchez. Estos dan vueltas sobre sí mismos como una peonza y no ven ni cima ni valle, sino borroso.
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Estos últimos, la generación milenial, son los esclavos entusiastas que andan construyendo el muro del faraón. Pero ellos no saben que es un muro: les han dicho que es una pirámide en su honor. No en honor del faraón, sino de ellos, de los esclavos.
El hecho de que las piedras las estén arrastrando ellos, y no el faraón, no parece hacerles sospechar. Viven en el engaño. Y si piden algo, es más engaño.
Entre los milenial los hay más entusiastas y menos entusiastas. Muchos creen que la pirámide, o lo que ellos creen que es una pirámide, quedará preciosa. Otros son conscientes de su esclavitud, pero la atribuyen al capitalismo, a los enemigos del faraón o al clima. Literalmente, al clima. «La piedra no pesaría tanto si hiciera menos calor».
Debate, lo que se dice debate, sólo lo hay entre los baby boomer y los X, porque los milenial están demasiado ocupados arrastrando bloques de granito.
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La generación del optimismo, la baby boomer, cree en el alma de las cosas. Cree que existe una democracia auténtica, una Constitución auténtica y un PSOE auténtico, y que todo irá bien mientras se respete el plan original.
Los problemas, según ellos, surgen cuando los españoles nos desviamos, por razones espurias, de la esencia de las cosas. Esos problemas se arreglan cuando volvemos a sincronizar el alma con la realidad externa.
Los baby boomer ven por tanto la realidad como el mecanismo de un reloj suizo. Si el reloj no da la hora correcta, piensan que alguno de sus engranajes está fallando. Los baby boomer creen que el reloj «puede arreglarse».
La generación baby boomer es naturalista y cree que una democracia no puede ser otra cosa que democrática.
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La generación del nihilismo, la generación X, no cree en el alma. Piensa más bien que las cosas son lo que son en cada momento, independientemente de cuál fuera el modelo original.
Los x no creen que España sea una dictadura, pero tienen una idea diferente de lo que debería ser una democracia.
Creen que la Constitución es sólo un papel y que, en el fondo, lo que importa es lo que diga el Tribunal Constitucional.
También creen que el PSOE es Pedro Sánchez, fuera lo que fuera el PSOE en el pasado.
La generación X ve la realidad como un reloj parado, que da la hora correcta dos veces al día. Y cuando eso ocurre, el mérito no es del reloj, sino del azar.
La generación del nihilismo es realista y cree que todas las democracias son democracias, pero que algunas democracias son más democráticas que otras democracias.
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Esto se entiende mejor con la paradoja del barco de Teseo. El barco de Teseo es la nave en la que volvieron desde Creta el propio Teseo y los jóvenes de Atenas. Las tablas y los remos dañados del barco habían ido siendo reemplazados con tablas y remos nuevos, pero esencialmente idénticos a los originales.
Al final del proceso, el barco de Teseo estaba completamente formado por tablas nuevas y ya no quedaba ninguna de las originales.
Los griegos se preguntaron entonces si el barco de Teseo continuaba siendo «el» barco de Teseo.
Un japonés respondería que sí. Porque, desde su punto de vista, lo que importa es el propósito general y el plan con el que fue diseñado el barco en un primer momento. Preocuparse por la realidad material del barco, en la mente de un oriental, supone despreciar la esencia del barco, que es lo que permanece.
Un baby boomer también diría que el nuevo barco de Teseo es «el» barco de Teseo.
Y la democracia sigue siendo «la» democracia aunque los remos sean nuevos, porque lo que importa es el alma de la democracia. Y ese alma, ese diseño original sigue ahí. En algún lado.
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Los de la generación X no creemos eso. Creemos que la realidad material importa, como lo cree cualquiera que vea la copia de una pintura famosa. Por ejemplo, una copia exacta de la Gioconda expuesta en el Louvre mientras se restaura el original.
Aunque esa Gioconda de sustitución haya sido pintada con los mismos colores, con los mismos trazos y sobre una tela idéntica a la utilizada por Leonardo da Vinci, todos sabemos que la Gioconda es la Gioconda original.
¿O acaso no nos sentiríamos estafados si el Louvre nos cobrara el mismo precio por ver la nueva Gioconda, aunque fuera indistinguible de la original, sin avisarnos de ello?
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¿Y si quemáramos la Gioconda original? ¿Sería entonces la copia de la Gioconda «la» Gioconda?
Un baby boomer, si es consecuente, debería decir que sí, puesto que el plan original sigue ahí.
Yo digo que no lo es.
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Lo mismo ocurre con la democracia española, que ha sido desmantelada tabla a tabla por Sánchez y reconstruida desde cero con maderas nuevas. Una Fiscalía nueva, un Tribunal Constitucional nuevo, un Consejo de Estado nuevo, un CIS nuevo, un CNI nuevo, un Tribunal de Cuentas nuevo.
¿Continúa siendo nuestra democracia «la» democracia?
Un baby boomer diría que sí.
Yo digo que no.
¿Es una dictadura? No, yo no diría tanto.
Pero sí diría que la democracia, hoy, es esto que tenemos. Y que no es la democracia original. Es otra cosa.
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Les pongo un ejemplo práctico de lo anterior.
Tras las elecciones del 23 de junio, muchos periodistas dijeron que a Sánchez le esperaba un viacrucis. La negociación de la amnistía iba a convertirse en una pesadilla para el presidente, las elecciones gallegas serían un clavo en su ataúd y las europeas, un referéndum sobre sus cesiones a los nacionalistas. La UE y sus tribunales, además, iban a suponer un obstáculo insalvable para el líder socialista.
Dicho de otra manera. En un momento u otro la esencia de la democracia entraría en conflicto con la realidad del sanchismo y provocaría un cortocircuito que nos devolvería a la democracia original. Al plan primigenio.
Hoy, 17 de febrero, la amnistía está a punto de ser aprobada con la inclusión en ella de terroristas y traidores. La UE es sólo un novillo que Sánchez torea como Joselito el Gallo. Las europeas quedan muy lejos y las gallegas se han convertido, atentos que vienen curvas, en un referéndum… sobre Feijóo.
No es que las gallegas puedan hacer caer a Sánchez. Es que, incluso con un resultado humillante del PSdeG, y ganándolas de forma aplastante el PP, podrían acabar decapitando a Feijóo, que ni siquiera es candidato, si Rueda no logra gobernar.
¡Y estas elecciones iban a ser el principio del fin para Sánchez!
Esto, que habría sido impensable en la España de 1996, es hoy nuestra realidad. El barco de Teseo sigue flotando, pero no es ya el barco de Teseo. Es el barco de Sánchez.