- Ayuso rescató a Feijóo, en el último minuto, del pacto-trampa del CGPJ. Sánchez se mantiene aferrado a sus socios tóxicos. Una estrategia kamikaze que devendrá catástrofe
¿Quién puso más?, como en la canción de Victor Manuel. Dinamitada la negociación para el pacto de las togas, se entra ahora en la fase de los reproches, en la de señalar al culpable. Pimpinela en acción. Sánchez: «A Feijóo le han temblado las piernas, tiene miedo a la derecha más reaccionaria». Feijóo: «Quiere hacer una justicia a la medida del independentismo».
Pedro Sánchez combina la resistencia con la suficiencia, el aguante con la sobreestima, la trinchera con la ofensiva. Es un juego de actitudes diabólico que roza la esquizofrenia. Su jugada favorita es el ataque, se lanza sin paracaídas sobre su objetivo y aterriza de pie. Cuando tropieza, le da la vuelta al decorado y exhibe su sonrisa de ganador. Derrocha tanto glamour que exuda purpurina. El truco del tramposo, que le suele salir bien. Hasta que se esfuma la baraka y la realidad le pone en su sitio. Las urnas, por ejemplo. Ha perdido todas las elecciones a las que ha concurrido desde que está en La Moncloa, salvo la victoria pírrica y tísica en Cataluña. ¿Eso es un triunfador o un resiliente patrañero?
No gusta de encajar golpes ni practica la autocrítica. El indulto a los golpistas catalanes le pasó factura en Andalucía y CyL. No lo asume. Desoye los consejos y desprecia los reproches. Vive en su estólida burbuja y no atiende más razones que las propias. Siempre tiene un culpable a mano para endosarle la pifia. La foto de Colón, la ultraderecha, el Valle de los Caídos, el franquismo, Vox, la pandemia, ‘no se podía saber’, la guerra de Putin, la inflación es planetaria, el PP vulnera las leyes…
El PP avanzaba en la negociación del reparto del CGPJ sin pestañear, acogotado por un rosario de razones, entre voluntaristas y arriesgadas, que consideraba ineludibles
Forzado por ERC, su báculo parlamentario, trata de colar la rebaja del delito de sedición como si se tratara de un trámite administrativo, como renovar el DNI o pagar el IBI. Cuidado, le advierten sus barones. Esto penaliza, nos hace daño, hay unas elecciones en mayo… Ni caso. El PP avanzaba en la negociación del reparto del CGPJ sin pestañear, acogotado por un rosario de razones, entre voluntaristas y arriesgadas, que consideraba ineludibles: Tenemos que distanciarnos del ‘no es no’ de Casado. Somos un partido de Estado y de Gobierno. No podemos tener a la cúpula judicial encallada desde hace cinco años, hay que darle salida. Pactar es positivo, se transmite una imagen de moderación dialogante, de sensata centralidad.
La grey de derecha se inquietaba. Con Sánchez, ni a heredar, es el sentir general. Las encuestas pregonaban el frenazo al ‘efecto Feijóo’ y veteranos del partido advertían del serio riesgo del pacto. El líder del PP estaba atrapado entre las necesidad y las dudas. No podía escapar de la trampa, no podía huir de la cueva. Hasta que emergió Eme Jota Montero y destrozó el tinglado. El Gobierno llevará a las Cortes la sedición, tal y como estaba pactado con los separatistas.
«Que te voten Chapote y Junqueras Iscariote», se escucha ya por algunos rincones socialistas. ¿Quién va a ir de mítines con semejante compañía?
Ahí acabó todo. El socialista cumple con sus socios malditos y el popular respira aliviado a dos centímetros de la soga. Un guasap de Isabel Díaz Ayuso le sacó del trance. Una llamada de Juanma Moreno le animó al portazo. Fin de la trola, se acabó, «ya negociaremos cuando haya otro PSOE». Le toca ahora aguantar los insultos, las acusaciones, las mezquindades. Pero ha salido con vida. De no haber echado el freno, en seis meses estaría muerto. El ministro Bolaños corrió raudo a desparramarse por los medios para esparcir toneladas de bosta sobre el lado diestro del tablero: «Una derecha muy peligrosa ha tomado el control del PP. El declive de Feijóo ya ha empezado«. Farfolla electorera. Inocuos salivazos. El supuesto ofendido recibía con regocijo los ataques. Favor que usted le hace, míster fontanero mayor. El dirigente gallego necesitaba dar un puñetazo en la mesa, mostrar su enjundia de líder, su firmeza constitucional, su rectitud ética y hasta su valentía personal. Amarrarse a un acuerdo con Frankenstein sepultaba el esfuerzo de siete meses de cambio.
El carcajeo de Sánchez ante la prensa en el Falcon africano, al responder sobre el currículum de los futuros miembros del Consejo Judicial, es el más fiel retrato de su espíritu retador y pendenciero. Un chuleta perdonavidas a 10.000 kilómetros de altitud. Da por hecho que la batalla de la sedición está ganada. Que destrozará al PP con adjetivos infames, ya desgastados, y pomposas referencias a los reclamos de Bruselas. Cuenta con un ejército de medios y una nutrida piara de opinadores para consumar el akelarre..
Feijóo tiene la ocasión de oro para darle la vuelta al decorado, aferrarse al estandarte de la independencia, de la defensa del principio democrático y arrollar a Sánchez con el espantajo maloliente de la sedición
Feijóo es un gallego nietzschiano. «Un sí, un no, una línea recta, una meta». Lo tiene bastante claro. Ha logrado escapar vivo del matadero del pacto, donde se enredó con cierta torpeza. Era asunto para haber zanjado en cuatro días. La negociación se hizo bola, las dudas ralentizaron el proceso y a punto ha estado de sucumbir. Ahora tiene una oportunidad de oro para darle la vuelta al decorado, para aferrarse al estandarte de la independencia, de la defensa del principio democrático y arrollar a Sánchez con el espantajo maloliente de la sedición.
El líder socialista cree que ha vencido, que ha colocado al PP en el rincón ultramontano, junto a Meloni y al de Hungría. Pese a lo que piensan sus 803 onanistas de la propaganda de Monclovia, esa cantinela ya no funciona. Son cinco años con la misma letanía. «Hacer frases es relativamente fácil, pero hay frases totalmente inútiles, inservibles, falsas, con las que uno carga como un peso muerto, años y años». Inevitable Pla. «En cuanto asoman Bildu y ERC en el horizonte, estamos muertos», corean aterrorizados los barones socialistas. «Que te vote Chapote y Junqueras Iscariote», se escucha ya por algunos rincones. ¿Quién va a ir de mítines con semejante compañía? «Es un conductor suicida que nos lleva al desastre. Claro que él, antes del trompazo, saltará en marcha y aterrizará en la ONU o en Bruselas».
El emperador de Monclovia no atiende a esa gente inferior y medrosa. Ha superado todos los escollos, ha sorteado todos los peligros. Venció al aparato de Ferraz en sus primarias, a Rajoy en la moción, al infierno de la pandemia, al horror de la inflación. Hará lo propio ahora con la sedición. Otra más al morral de los triunfos. El augusto kamikaze ni siquiera piensa que, como aquello de Cicerón, «todas hieren pero la última mata». Puede ser esta.