Guillermo Gortázar-El Español
Ahora suenan tambores de guerra en el estrecho de Taiwán, que separa el continente asiático 180 kilómetros de la antigua isla de Formosa. Un estrecho que es la vía de comunicación que une el mar de la China Meridional con el mar de la China Oriental.
Por su condición insular, Taiwán se libró del comunismo maoísta en 1949 y fundó un régimen democrático, próspero y muy avanzado tecnológicamente. Hasta el punto de que, hoy en día, la mitad de la producción mundial de los microchips se fabrica en esa isla.
La apertura estadounidense hacia la China comunista con el presidente Nixon se basó en el principio de un país, dos sistemas, haciendo referencia a las libertades que disfrutaban los ciudadanos chinos de Hong Kong y los de Taiwán. El ejemplo de lo que ha ocurrido en Hong Kong, donde China no ha respetado los acuerdos de autonomía, señala el futuro que le espera a la isla en el supuesto de una invasión o anexión de Pekín.
China no admite la independencia de Taiwán. El pasado mes de enero, el portavoz del Ministerio de Defensa chino Wu Qian dijo: “Advertimos a esos elementos de la independencia de Taiwán de que los que jueguen con fuego se quemarán: la independencia de Taiwán significa guerra”.
Poco después de la celebración del Partido Comunista del 1 de octubre en Pekín, dos barcos de guerra americanos atravesaron el estrecho de Taiwán mientras numerosos cazas chinos violaban el espacio aéreo de la isla.
La resolución de Taiwán a defenderse es decidida, y para ello han actualizado su sistema de misiles y han comprado recientemente los cazas más modernos a los Estados Unidos. Por si fuera poco, el nacionalismo independentista se ha incrementado entre las generaciones jóvenes y la mayoría siente más pertenencia a Taiwán que a China.
Mientras en los Estados Unidos hay un acuerdo entre los dos partidos para “parar a China”, en el Reino Unido la opinión se encuentra dividida.
El primer ministro Boris Johnson ha enviado una flota de guerra permanente al Pacífico (cosa que el Reino Unido no había hecho desde la guerra de Corea). En los medios de comunicación británicos más influyentes se afirma que los intereses en el Pacífico son de los Estados Unidos, India, Indonesia, Australia, Japón y Nueva Zelanda, pero que Reino Unido debe centrar sus recursos de Defensa en Rusia, en el Báltico y en el Ártico.
Lo que en el fondo se está debatiendo es la hegemonía mundial, que pasa por el dominio marítimo global, y singularmente en el Pacífico. Un tema que es y será central en las próximas décadas.
Numerosos analistas orientales y occidentales vaticinan una invasión rápida de Taiwán en un plazo no superior a cinco años. La sorpresa, la proximidad y la superioridad china sobre el terreno sugieren que los Estados Unidos no estarían ni en tiempo ni en disposición de evitar la invasión. Pero la pregunta de si se va a iniciar otra nueva gran guerra contra China por Taiwán, como ocurrió con Polonia en 1939, tiene difícil respuesta.
Personalmente, me inclino por observar el factor humano y considerar las diferencias entre la Alemania nazi y la China contemporánea. Hitler era un loco totalitario rodeado de psicópatas, mientras que el presidente de China, Xi Jinping, dirige un próspero régimen autoritario capitalista.
Hay muchos más intereses en la estabilidad de la China de hoy que en la Alemania de 1939. Además, hay una diferencia de carácter nacional e histórico. China no ha padecido la influencia nihilista destructiva de Friedrich Nietzsche y es una civilización de 5.000 años que ha sido un imperio la mayor parte de su historia. Es conocida la paciencia china: el horizonte de reunificación con Taiwán se sitúa en el centenario de la Revolución maoísta, en 2049.
En esa fecha, además, se calcula que su economía doblará a la estadounidense. Entonces habrá que ver cómo se mueven los peones de esta peligrosa partida de ajedrez.
Ahora hay más elementos para pensar que la crisis de Taiwán por la escalada armamentista en el Pacífico no estallará como ocurrió en Polonia en 1939. Entre otras cosas porque es difícil creer que China, o su presidente, estén por la labor de iniciar la Tercera y definitiva Guerra Mundial.